Dirigida por Cédric Klapisch (Las muñecas rusas, Una casa de locos), Nuestra vida en la Borgoña narra el reencuentro de tres hermanos tras la muerte de su padre, en la región vinícola de Francia que da nombre a la película.
Pio Marmaï (El primer día del resto de tu vida), Ana Girardot (El hombre perfecto), François Civil (Ellas) y la española María Valverde (La flaqueza del bolchevique, Ahora o nunca) protagonizan esta película de sentimientos y recuerdos familiares, contada a través de las cuatro estaciones desde el inicio de la vendimia.
Sinopsis
Hace diez años, Jean dejó atrás a su familia y su Borgoña natal para dar la vuelta al mundo. Al enterarse de la inminente muerte de su padre, regresa a la tierra de su infancia. Allí se reencuentra con sus hermanos, Juliette y Jérémie.
Desde la muerte de su padre al comienzo de la vendimia, y en el espacio de un año al compás de las estaciones, estos tres jóvenes adultos recuperarán su fraternidad, evolucionando y madurando al mismo tiempo que el vino que producen.
Nuestra vida en la Borgoña… con la ruta de los grandes vinos de Borgoña
El estreno de la película Nuestra vida en la Borgoña de Cédric Klapisch es una gran noticia para la Côte-d'Or porque coincide con los 80 años de la Ruta de los Grandes Vinos de Borgoña. Desde hace 2.000 años, el hombre da forma a los viñedos de Borgoña: parcelas, viñedos, cuidadosamente delimitados, que llevan el mismo nombre desde hace siglos y a los que el suelo, el subsuelo, la exposición, el microclima y la historia les confieren una identidad propia. Estos viñedos se llaman "Climats". Este sorprendente mosaico de 1.247 parcelas fue reconocido por la UNESCO en julio de 2015. La Ruta de los Grandes Vinos de Borgoña recorre 60 kilómetros, desde Dijon, la capital histórica, a Santenay, pasando por Beaune, la capital del vino. Está estrechamente ligada a los "Climats de Bourgogne" y sólo se descubre y se saborea de verdad recorriéndola infinitas veces. Fundada en 1937 por el Consejo General de la Côted'Or, la Ruta fue diseñada para mostrar los paisajes de los grandes vinos de Borgoña. Hoy, la película de Cédric Klapisch contribuye de la mejor manera a conocer este itinerario mítico, gracias a las imágenes rodadas en el corazón de los viñedos de la Côte-d'Or.
Antes de rodar Nuestra vida en la Borgoña con él, ¿qué opinión tenías de Cédric Klapisch?
Formaba parte de mi paisaje cinematográfico. Para mí, es uno de los mejores directores franceses. Y para una actriz es un auténtico privilegio participar en una de sus películas y ser la protagonista femenina. ¡Y además sabiendo que es una película que llevaba años queriendo hacer! Yo ya había hecho castings con Cédric para otras películas y era obvio que íbamos a acabar trabajando juntos. Así que formar parte de este reparto es un auténtico placer para mí. ¡Un placer enorme!
Cuando te habló por primera vez de esta historia, ¿cuál fue tu reacción al leer el guion?
Digamos que me asusté cuando me presentaron al personaje: una viticultura, una mujer del campo, alguien que trabaja la tierra. Me dije: “Espero que no me encuentre demasiado etérea, que pueda enseñarle mi lado más terrenal”. Porque es cierto que tengo un lado un poco volátil. No soy el estereotipo de mujer terrenal. Aunque sé que es algo que llevo dentro de mí. Y tenía muchas ganas de enseñarlo. Cédric había hecho hincapié en la escena en la estábamos trabajando con Pio Marmaï y François Civil, una escena en la que la hermana pequeña se rebela y se enfrenta a los dos chicos, en la que no tiene miedo de hablar a los hombres con autoridad. En eso consistió mi desafío, en demostrarle a Cédric que podía estar a la altura porque yo creía que él albergaba ciertas dudas. Y Cédric también me había hablado de la relación entre los tres hermanos. Y me gustó muchísimo porque cuando era más joven fantaseaba con la idea de tener hermanos mayores que me protegían, me guiaban y que en cierto sentido me hacían más fuerte. Así que cuando Cédric me habló del personaje y de la escena en el casting, me sentía cada vez más intrigada. Tenía muchas ganas de formar parte de esta película. ¡Quería ese papel! Lo quería tanto que fui a los ensayos como si me subiera a un ring de boxeo. ¡Recuerdo que grité a los dos hermanos como una auténtica verdulera! (risas) Pero quería darlo todo y salí de la sesión sin saber si lo había hecho bien. Cuando tienes muchas ganas de trabajar con un director, lo peor es salir del casting pensando: "¿Lo he dado todo, absolutamente todo? Y esa vez lo había dado todo, pero tenía miedo. Cédric me llamó media hora después de llegar a casa y de que me hubiera calmado. Cuando vi su número en la pantalla del teléfono, me dije que me llamaba para decirme: "Mira, ha sido divertido, pero no va a funcionar." Contesté a la llamada y me dijo: "-Ya formas parte de la familia. ¡Por fin vamos a trabajar juntos!" Me puse contentísima porque un director al que admiro y respeto me había aceptado. Y además iba a tener dos hermanos mayores.
¿Es cierto que, a veces, durante el rodaje decías: “Voy a buscar a mis hermanos”?
Sí. ¡Me metí totalmente en el personaje! ¡Me dieron la oportunidad de tener dos hermanos mayores así que lo aproveché al máximo! Pio, François y Cédric y yo fuimos a Borgoña antes del rodaje a visitar las bodegas, a conocer el terreno y a conocernos entre nosotros. Einmediatamente surgió algo extraordinario entre Pio, François y yo. Se produjo una química increíble entre nosotros. Cada uno conservaba su personalidad, pero juntos formábamos una cuarta entidad: la de ser hermanos. Cédric nos observaba y creo que para él fue fantástico ver cómo evolucionaba la situación. Porque establecimos inmediatamente una relación de hermanos. A veces nos peleábamos, aunque sin llegar demasiado lejos... Ese tipo de vínculo inquebrantable que se tiene con la familia. Creo que a esto se le denomina un buen reparto. Cuando existe esa química que hace que todo funcione.
¿Cómo te preparaste para el papel?
Nada más llegar a Borgoña, nos invitaron a comer y había que probar siete copas de vino diferentes [¡ocho según Cédric Klapisch!] ¡Siete! ¡Es muchísimo! ¡Siete! Así que nos sumergimos en el tema del vino inmediatamente. ¡Sin contar las visitas a las bodegas a las 8 de la mañana para catar vinos, otra vez a la hora de comer y después por la noche! ¡Y nosotros, al igual que los Vermillard en la película, no lo escupíamos! (risas)
¿Y qué me dices del aspecto técnico?
¡Recuerdo que cuando llegué al rodaje con François, nos reímos mucho porque habíamos pasado el verano leyendo multitud de libros sobre el vino! Había visto reportajes, documentales... Además, conozco a gente que trabaja en el sector del vino que me enseñó algunas cosas. ¡Ya teníamos el aspecto teórico, pero nos faltaba el aspecto práctico! ¡En realidad no teníamos ni idea! Aprendimos tantas cosas sobre la elaboración del vino que para mí abrir una botella de vino ya no será nunca como antes. No tenía ni idea del trabajo que conlleva. La vid, la vendimia, el mantenimiento de los viñedos, el procesamiento de la uva, del alcohol, del azúcar... la conservación... ¡Hay tantas etapas! Es apasionante. Y uno de los mejores aspectos de nuestra profesión de actor es que nuestros personajes nos permiten aprender cosas que nunca aprenderíamos en la vida real. En el cine he aprendido a bordar, a tocar la guitarra, a hacer miles de cosas, ¡pero en esta aprendí a hacer vino! Y el hecho de rodar durante un año fue una oportunidad increíble. Pudimos ver cómo evoluciona la vid, las etapas de la vinificación, de la vendimia, cómo se cuida la tierra... ¡y todo eso en un curso de ocho meses!
Y además con un actor que también es viticultor...
...Jean-Marc Roulot. ¡Fue el mejor compañero de trabajo y el mejor maestro del curso! ¡A él le apasiona lo que hace y habla de ello con tanto entusiasmo que vale la pena escucharle! Lo cuenta de forma muy sencilla y por eso logra transmitir el amor que siente por el vino.
Cédric Klapisch quería darle un aspecto documental a la película. ¿Se notaba en el plató?
Al principio no entendí cuando Cédric me dijo: "Voy a hacer una parte documental"“. Me dije: "¡Qué rabia, por fin ruedo con Klapisch y va a ser un documental! ¿De qué va esto?" ¡Me sentía decepcionada, aunque me encantan los documentales (risas)! No lo había entendido. Nos habíamos adaptado a lo que ocurría alrededor de nosotros en vez de hacer lo contrario. Y ocurrió desde el principio. De hecho, teníamos que empezar en septiembre y de repente, a finales de agosto, ¡tuvimos que ir a hacer la vendimia! ¡Dependíamos completamente de la naturaleza y de los fenómenos naturales! Recuerdo una vez en la que los auténticos vendimiadores ponían la uva en los contenedores, y, como se suponía que yo era la jefa y daba las órdenes, Cédric me llamó, me empujó delante de la cámara y dijo, "¡Venga!”. Me adelanté y empecé a dar órdenes a los vendimiadores que me miraban pensando, 'pero, ¿quién es esa chica que grita y gesticula tanto?' Esa era la parte de documental: una manera de integrar lo real. Y fue tremendamente divertido.
¿Te pasó lo mismo cuando tuviste que pisar las uvas? ¿Cómo fue?
¡Siempre me había preguntado cómo sería! Y la verdad es que es muy agradable. Está muy caliente. Se ve claramente que Pio pisa con más fuerza que yo. Yo dejé de hacerlo enseguida porque es un trabajo muy físico, hay que empujar con las piernas. Y además no había que pisar demasiado porque estaba en una cuba de verdad y hay que respetar los tiempos dependiendo de las cubas. Además, hay que tener cuidado con el vapor del alcohol porque puede ser peligroso. ¡Pero por lo demás es una verdadera terapia para los pies!
Juliette, tu personaje, es una mujer joven que sigue los pasos de su padre. Igual que tú. ¿Te ayudó esa similitud a la hora encarnar al personaje?
Siempre investigo las similitudes que pueden existir entre mis personajes y yo. Y es cierto que este personaje, como yo, sigue los pasos de su padre. Pero hay una gran diferencia entre nosotras y es que su padre ha muerto. Así que no es lo mismo ejercer la profesión de tus padres escuchando lo que te dicen, y asumir el nombre de un padre que ya no está y darle vida. Es cierto que al principio me apoyé mucho en ese hecho, pero lo dejé de lado enseguida. Se trata de una mujer joven que tiene que liberarse de los lazos familiares para reafirmar su personalidad en un entorno masculino. Su emancipación es lo que me permitió identificarme con Juliette.
¿Sentiste presión en un ambiente con tantos hombres?
Cada vez que hablaba de mi personaje con la gente de la zona, que les explicaba que interpreto a una joven que tiene que hacerse cargo del viñedo familiar, mucha gente me decía: "¿se encarga de la contabilidad? "Yo les respondía: "¡No, eso no es lo mío, lo mío es el vino! "Hablé con otras viticultoras como Alix de Montille, y todas me dijeron que es complicado que te acepten. Aunque todas ellas hacen vinos fantásticos. Así que incluso las que tienen talento atraviesan dificultades. ¡Además, los hombres odian verlas subidas a un tractor!
Por el contrario, a Cédric Klapisch le encantaba verte subida a ese tractor...
¡Pues es muy difícil conducir un tractor! Es muy complicado, hay 25 pedales, es enorme. Tienes la impresión de que vas a matar a todo el que se te ponga delante cuando avanzas y hace muchísimo ruido. ¡Además tuve que conducirlo en una escena bastante triste!
Por otra parte, hiciste una de las escenas más divertidas, la de la Paulée, ¡cuando Juliette se emborracha...
(risas) Cuando bebo demasiado se nota porque no articulo bien y tengo un verdadero problema con las consonantes! Y también con vocales. ¡De hecho, es incapaz de articular una palabra! Todo el mundo se rió muchísimo, sobre todo Cédric que lo observaba desde su sitio. ¡Pero lo mejor es que cuando me pasó el guión de la escena, en el papel faltaban consonantes y vocales! ¡Todo estaba escrito! ¡Me dije que nunca conseguiría hacer una escena como esa! Para ayudarme, recuerdo que cogí una botella de zumo de uva para servirme a menudo y me decía a mí misma. "mi cerebro va a convencerse de que es una botella de vino". ¡Pero al final lo único que me dio fue dolor de estómago! (risas) Pero llegado el momento me lancé y funcionó. Pero no fue nada fácil.
Para Cédric Klapisch, rodar una película también consiste en hacer un documental sobre los actores mientras ruedan. ¿Qué opinas?
Que es la frase de un gran realizador. Es una de las razones por las que quería rodar con él porque es alguien a quien le interesa lo humano, por encima de la ficción o de la imagen.
Quiere contar una historia, quiere contar lo que son los personajes, las relaciones humanas, retazos de vida... No hay una sola de sus películas en las que no vea una autenticidad absoluta en sus personajes o en sus situaciones, en sus diálogos o en su forma de ser. Veo todo lo que es el ser humano, la sociedad actual y las complicaciones emocionales que podemos sufrir cualquiera de nosotros. Si no observas como observa él, no consigues escribir algo así. Y esa es su mayor cualidad. Así que te das perfecta cuenta que te está observando. Hay cosas que le hacen reír, que le emocionan, y es muy agradable que te miren con tanta benevolencia porque sabemos perfectamente que cuando escriba para nosotros eso se notará. Y eso se traslada al ambiente del rodaje.
¿Cómo fue el rodaje?
Al principio nos dijeron: “Van a cambiar muchos jefes de sección durante estos ocho meses, porque tendrán otros rodajes, y habrá que volver a formar a los equipos cada vez”. Pero lo cierto es que ni una sola persona prefirió irse a otro rodaje. Todo el mundo prefirió no rodar durante dos meses para estar seguros de que iban a seguir haciendo la película. Así que se produjo un deseo común de que la película funcionase. No hubo discusiones, ni problemas de ego que a veces enturbian un rodaje. Y eso se debe a que cuando el realizador no tiene ese tipo de problemas, el equipo está encantado. Como actriz, pude hablarle como nunca le había hablado a un director. Por ejemplo, le dije que tenía muchas ganas de que se viera que mi personaje acaba imponiéndose. Y lo aceptó. Es genial porque además fue un auténtico desafío. Es algo que había escrito para mí, así que no podía defraudarle.
¿No te dio miedo comprometerte a rodar durante ocho meses?
En primer lugar, ocurre algo muy parecido en el teatro donde tienes que estar disponible al menos durante seis meses. Y para una actriz de mi edad, tener la oportunidad de rodar durante un año con Cédric Klapisch es la mejor escuela a la que puedas aspirar. ¡Estaba contentísima! Incluso de no haber hecho otras cosas en los momentos en los que no rodábamos. Recuerdo que me dije que era mi año para la película de Cédric. Mi padre me dijo: “¡Keep Cool! ¡Vas a hacer una película con Klapisch! ¡Relájate! No necesitas hacer otras cosas. Haz bien esta película, trabaja, estudia, habla con Cédric, tómate tu tiempo para hacer las cosas bien". Y tenía razón. La peor parte es que no pude hacerme nada en el pelo durante un año. ¡Y eso es bastante complicado para una chica! (risas) ¡De hecho, lo primero que hice al terminar el rodaje fue cortarme el pelo!
¿Resultaba fácil volver a sumergirse en el rodaje después de cada pausa?
Cada vez que volvíamos a encontrarnos, Pio, François, Jean-Marc y yo nos dábamos cuenta de que los personajes no nos habían abandonado en ningún momento. ¡De hecho era bastante inquietante! ¡Y lo mejor es que mi personaje evolucionaba, se imponía cada vez más y yo también me imponía más! En un año ocurren muchas cosas en tu vida: maduras, te emancipas. Y, de hecho, la película es el reflejo de mi propia emancipación. Para mí y para mi personaje fue una gran suerte tener un año entero para actuar, para estar en contacto con cosas reales. Para atreverse. Porque cuando trabajas con un gran director como Cédric, el peligro es tener miedo a arriesgarse. Pero eso no ocurrió porque Cédric dejó que me atreviera, que propusiera ideas. Le encanta. Y la Ana de junio de 2016 comparada a la Ana de agosto 2015 ha dejado de ser tímida y eso se debe a la confianza que depositó en ella un director. ¡Fue absolutamente genial!