La ruleta de tu vida por Andrea More
—¡¡Buenas noches!! ¡¡espectadores!! Son las veintidós horas con treintaiun minutos y empezamos en directo el nuevo programa, el más esperado, en vuestro canal favorito, el Canal Diecinueve. Hoy nuestros concursantes están dispuestos a jugárselo todo para conseguir su sueño, un sueño hasta hoy inalcanzable para ellos pero que nosotros vamos a intentar hacer realidad. Mi nombre es Jerónimo, y seré vuestro anfitrión en esta singular aventura… Pero, antes que nada, os explico la sencilla dinámica: cada semana presentaremos a cuatro jóvenes, todos ellos vendrán porque quieren cambiar algo que no les gusta de su cuerpo, y nuestra ruleta decidirá si cumplirán su sueño o no. Así de fácil. ¡No lo penséis más y enviad vuestra solicitud al teléfono que aparece en la pantalla, o si lo preferís a través de las redes sociales, Twitter, Facebook, la que más os guste! Para hacer realidad vuestro sueño tenemos el equipo mejor acreditado de cirugía estética de nuestro país.
¡¡Bienvenidos y… arrancamos!! Sí, porque entre el público tenemos a la madre de Dani, nuestro primer concursante. Buenas noches, Raquel, cuéntanos por qué tu hijo quiere ese cambio.
—Hola, buenas noches, Jerónimo, mi hijo siempre fue un chico estupendo y buen estudiante, pero algo tímido. El problema empezó cuando vinimos a vivir a este país. Nos dijo que en el instituto los compañeros no lo aceptaban por su exceso de peso. Sabemos que existe un tratamiento que cumpliría su sueño, pero no podíamos pagarlo… Un día mi hermana me llamó diciéndome que había un nuevo programa que quizá podía hacer realidad el sueño de Dani, se lo dije y su ilusión por venir se convirtió en auténtica obsesión. Por suerte, es uno de los escogidos… He de decir que nunca lo he visto tan ilusionado como ahora.
—Gracias Raquel. Pues no esperemos más y recibamos a nuestro primer concursante. ¡Adelante Dani!
Al entrar en el plató, multitud de luces de colores se encendieron y apagaron intermitentemente, mientras sonaba una música estridente con ritmo contagioso; el público espontáneo se puso de pie aplaudiendo, brindándole un inesperado y caluroso recibimiento. En los laterales del amplio escenario varias pantallas gigantes reproducían las distintas perspectivas de lo que estaba sucediendo en el escenario. A pocos metros del presentador había un cómodo y amplio sofá tapizado de piel de color negro.
—¿Cómo estás?
—Bien, un poco nervioso.
—No te preocupes, con un poco de suerte saldrás de aquí con tu sueño cumplido. Dani, acércate hasta nosotros. Tú serás el primero en girar la ruleta.
Nervioso, el primer concursante se acercó y con un tímido impulso hizo rodar la ruleta, que apenas dio una vuelta completa.
—Muy bien, parece que la suerte te sonríe. Te tocó la casilla de la estrella. Eso significa que tu deseo será concedido, así de sencillo. ¡Querida audiencia! ya veis que, con un poco de suerte, es fácil cumplir vuestro sueño. Puedes sentarte —dijo señalando el sofá que había junto a él
—. ¡Adelante, que pase nuestra siguiente concursante!
El público entregado aplaudió con fuerza.
—Hola Ona, bienvenida al programa. Explícanos qué fue lo que te trajo hasta nosotros.
—¡Buenas noches! De algún modo mi vida fue fácil, siempre conseguí todo lo que me propuse, pero esta vez mis padres me han dicho «¡No!» por primera vez, y tengo la necesidad de cambiar mi color de ojos, que es horroroso. La cuestión es que como ellos no me lo consienten y yo sola no puedo pagarlo, he decidido, dado que soy mayor de edad, hacer lo que quiera sin su permiso, así que por eso vine a jugar.
—Ya sabes que todo depende de la ruleta, ella es quien decide. Te deseo mucha suerte. Acércate hasta la ruleta y hazla girar para conseguir tu deseo. ¡Mucha suerte!
La ruleta viró ante el fuerte impulso y dibujó dos vueltas completas. La bola se detuvo en una casilla donde había el dibujo de un revólver junto a una bala.
—¡Huy, huy! Siento decirte que no es muy buena la casilla que te ha tocado.
Inmediatamente, Ona se echó a llorar y se dirigió al presentador mientras balbuceaba:
—¡¡No quiero morir, no quiero morir!!… Esto es solo un juego… Quiero irme a mi casa, yo nunca debí venir aquí… ¡¡Por favor!!,
—¡déjenme que me marche a mi casa!
Al instante apareció Rebeca, la psicóloga del concurso, una mujer alta y delgada embutida en un traje chaqueta de color oscuro y el pelo recogido. Le puso con suavidad la mano en el hombro y la acompañó a sentarse al sofá.
En ese instante, Jerónimo dio paso a la publicidad.
Una imagen con el corazón roto por una flecha invitaba a los televidentes a que contratasen un seguro de vida por si se enamoraban de forma compulsiva de quien no debían y, después, quisieran poner fin a su sufrimiento mediante un suicidio. Pero «no te preocupes —decía con letras de neón el anuncio—, tu viuda disfrutará de todos los privilegios que firmaste en la póliza».
Pasados unos minutos, se reanudó el programa.
Más calmada, Ona apareció en el centro de un círculo dibujado en el suelo, flanqueado por unas paredes de cristal blindado. Las luces se atenuaban en el plató y entre el público se escucharon algunos sollozos. Una azafata se acercó hasta el círculo con una bandeja plateada que contenía un revólver y una bala.
—Ya sabes el procedimiento, Ona. Tú decías que viniste a conseguir tu sueño y que estabas dispuesta a jugarlo todo para lograrlo.
Si te salvas obtendrás tu estrella, ¡suerte Ona!
—«¡No, No!» —escuchadme bien. Yo no debería estar aquí, me debían haber parado; soy muy joven, yo no sabía lo que hacía.
Luego se arrodilló, su cuerpo tembló y se orinó encima. Una mancha amarilla se extendió visiblemente por el mono blanco que llevaba puesto. La azafata la ayudó a ponerse en pie, ofreciéndole la bala para que la introdujese en uno de los seis orificios del tambor del revólver. Luego le hizo señas para que lo girase y, entre gemidos, Ona situó el revólver tembloroso en su sien y disparó…
El público se levantó de sus asientos y aplaudió de manera frenética, mientras Ona, salvada por el azar, salió corriendo hacia sus padres, sentados en la primera fila de butacas.
—Quiero recordaros que nuestra concursante sabía, al igual que el resto, que esta era una de las tres opciones que le podían tocar en la ruleta. Ahora siéntate, por favor, junto a Dani, y felicidades por la suerte que has tenido.
—¡Sigamos jugando y conozcamos al siguiente concursante!
Las luces de los focos parpadearon incesantes mezcladas con los aplausos y vítores del público.
—¿Qué tal Loren?, ¿cómo estás?
—¡Hola! Después de ver lo que le ha pasado a Ona, francamente no sé si salir corriendo.
—Demasiado tarde para eso. Ahora, cuéntanos, ¿cuál es tu deseo?
—Yo vengo porque me estoy quedando calvo y no lo acepto. Con sinceridad, la opción de un trasplante no me la puedo permitir, por ese motivo decidí probar suerte con la ruleta.
—¿Has venido acompañado por algún miembro de tu familia?
—Sí, vengo con mi tía Sica, que es la que me animó a venir al concurso. Está allí —dijo, mientras saludaba con la mano a su tía.
—Muy bien, Loren, pues cuando tú quieras… pruebas suerte.
Loren se dirigió hacia la ruleta, cogió el mango y lo hizo girar con fuerza. Esta dio varias vueltas completas hasta que paró justo en la casilla donde había una estrella.
—¡¡Mejor imposible!! te tocó la estrella como a Dani. Eso significa que también tu deseo será concedido. «¡Bueno, bueno!» esto es increíble. Me siento ahora mismo como el mismísimo «¡SANTA CLAUS!» Loren, ahora puedes tomar asiento junto a tu compañero.
—¡Sigamos y conozcamos a nuestra última concursante!
El público excitado por el transcurso del concurso aplaudía intensamente.
—¡Hola Nuria!, ¿qué nos cuentas sobre tu deseo?
—Hola, pues creo que no me queda más remedio que explicar parte de mi vida aquí, ¡¿no?!— Lo primero que quiero decir es que mis padres me abandonaron nada más nacer y toda mi infancia transcurrió de familia en familia de acogida. He de decir que padezco un trastorno llamado hirsutismo crónico, y a una niña con el cuerpo lleno de pelos no la quiere adoptar nadie, así que no hay nada que desee más que poder eliminarlo.
—Pues confiemos en la suerte, a ver qué ocurre. ¡¡Gira la ruleta!!
Nuria, con el rostro serio y mordiéndose el labio inferior, empujó con decisión la ruleta e hizo que esta vez girase más vueltas que ninguna de las anteriores, hasta que paró en la casilla donde se veía un dibujo con dos flechas en sentidos opuestos.
—Nuria, ¿sabes qué significa esta casilla?
—¡SÍ!, que le puedo quitar la estrella a uno de mis compañeros, y ellos tendrán que volver a jugar. De esta forma, yo obtendré el premio.
—¡Exacto! Ahora, ya puedes decirnos a qué compañero escoges y por qué.
—Quiero que vuelva a jugar Ona.
—¡Ooooohhhh! —exclamó el público consternado.
—Cuéntanos por qué escogiste a Ona, en vez de a cualquier otro jugador.
—Porque ella lo ha tenido todo en la vida y no valora nada. Quiero que este capricho lo pague caro, por tanto, si se vuelve a librar estoy segura de que será mejor persona. Al fin y al cabo, creo que le estoy haciendo un favor.
—Acércate, Ona. ¿Quieres decirle algo a Nuria antes de volver a jugar?
—Me gustaría decirle que se ahorre ese tipo de favores, solo deseo que me toque la misma casilla para poder devolvérselo.
El público entusiasmado se levantó y aplaudía con vehemencia.
—Por favor, acércate y haz girar la ruleta. Tienes una segunda oportunidad para conseguir tu deseo.
Ona asió el mango y lo empujó con todas sus fuerzas. La ruleta, durante unos segundos, giró y giró. Unos segundos que se le hicieron eternos.
La ruleta cayó en la casilla de la estrella.
El público volvió a ponerse en pie y a aplaudir como si quisieran reventarse las manos.
Ona, con gesto arrogante, miró a la cámara que la enfocaba.
—Ahora, ya no quiero cambiar mi color de ojos. ¡¡DESEO SER MAS ALTA!!
Andrea More
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