Entre la melancolía de Ronda y los ecos del flamenco, Hubertus encuentra su voz más honesta. Tras una carrera marcada por la velocidad y el vértigo como esquiador olímpico, Hubertus se reinventa como narrador de emociones a través de la música. En esta entrevista, nos habla de su conexión profunda con Ronda, de cómo nacen sus canciones desde vivencias reales y de su nueva etapa creativa, marcada por la mezcla de géneros, la sinceridad y el amor en todas sus formas.
¿En qué etapa profesional te encuentras actualmente?
Desde hace mucho tiempo, he estado haciendo muchas cosas en paralelo. Pero en los últimos tres o cuatro años me he dedicado intensamente a la música. También a la producción de vídeo y a escribir canciones, tanto para otros artistas como para mí mismo.
Entré en esta etapa tan peculiar de cantar en español cuando, un día, en mi finca en Ronda, vino Diego El Cigala con un grupo de artistas flamencos. Era época de COVID, tenían que escaparse de la ciudad y se quedaron tres o cuatro días allí. Querían que cantara flamenco con ellos. Yo les decía: “¡Pero si no sé cantar flamenco! ¿Qué vamos a hacer?” Y de ahí nació el primer tema, que se llamaba Yo no sé cantar flamenco. Luego vino La noche peligrosa, que habla un poco sobre las noches en Marbella. Después compuse una canción llamada La Lomana, sobre Carmen Lomana, esta figura que es famosa pero nadie sabe muy bien por qué. Y eso me pareció muy curioso.
Ahora quería hacer algo que hablara de mi relación con la ciudad, y también con mi mujer. Nunca había sentido el amor de forma tan fuerte y tan verdadera como en el Puente de Ronda, o en Ronda misma. Es un lugar donde no hay distracciones, solo pureza, belleza y profundidad.
¿Qué hizo que decidieras que ahora era el momento de sacar esa canción del Puente de Ronda?
Creo que hemos llegado a un punto de frivolidad extrema. Salimos de fiesta hasta las seis de la mañana, nos destruimos los sentidos y, con ello, también la capacidad de sentir el amor, de sentir el cuerpo… Es como una especie de muerte emocional. Hay que parar. Hay que hacer una especie de purificación de los sentidos, de la percepción de la belleza. Cuando ves algo tan bonito como Ronda, entiendes que hace falta limpiar la mirada.
Además, creo que mucha gente conoce Ronda, pero los jóvenes no suelen ir. Es un sitio muy clásico y yo quería darle un toque más pop, para atraer a un público más joven. Hay muchos que, estando a solo 40 kilómetros de Marbella, se lo pierden. Y eso que es un lugar maravilloso. Ahora, por desgracia, la carretera se ha caído y no se puede subir tan fácilmente. Pero normalmente es un sitio que hay que ver sí o sí. Después de las noches peligrosas de Marbella, cuando subes a Ronda, te relajas, tomas una tapa y ves el tramonto, la puesta de sol más alucinante del mundo.
¿Dirías que esta canción te ha cambiado como persona? Vienes del flamenco, también tienes electrónica, mezclas pop… ¿Sientes que te ha transformado?
Lo que cambió fue el proceso. Normalmente escribo las canciones de forma bastante estructurada. Esta, en cambio, la fuimos construyendo sobre la marcha, sin reglas. No tiene una estrofa que entra y sale como en una canción típica, todo está mucho más abierto. Lo hicimos así, dejando que saliera del corazón con la mayor honestidad posible. Porque hoy en día ser honesto es complicado. Tenemos tantas influencias: redes sociales, radios, televisión, Netflix… que llega un punto en que ni sabes quién eres. Estás tan metido en consumir productos y tendencias que pierdes tu identidad.
Entonces, para mí, hacer esta canción fue como ir a un spa… un spa musical. Un lugar donde se te borran todas esas influencias superficiales y logras conectar con algo más profundo en ti mismo.
¿Qué género dirías que te hace sentir más cómodo, ahora que has explorado tanto el flamenco como el pop?
Me gusta también contar cosas rápido, con ritmo, pero creo que lo que me representa más son las mezclas. Soy una mezcla en mí mismo: tengo un padre alemán-español, una madre italiana… Llevo como cuatro o cinco culturas dentro, así que la música también es una macedonia, como una ensalada de frutas. Es como una macedonia, depende de cómo salgan las cosas, salen. Ahora, por ejemplo, acabo de escribir una canción dedicada a mis perros. Me estoy dando cuenta de que los quiero más que a los humanos, lo cual suena ridículo, pero es verdad. Su amor es tan incondicional, tan sincero y puro, que me conmueve. Así que intento expresar lo que siento a través de las canciones.
El videoclip es muy potente, pero también muy íntimo. ¿Qué querías transmitir al público?
Lo que pienso es que cuando te cruzas con la persona adecuada, lo sabes. Solo con mirarle a los ojos, sientes que es ella. En el videoclip estoy buscando a esa persona, y cuando se da la vuelta y me mira, todo se vuelve claro: vamos a estar juntos para siempre.
Si lo sientes, lo sabes. No hay que desconfiar de los propios sentimientos. El vídeo trata de eso: de cómo mezclar la belleza de un lugar con la pureza del amor… eso es lo más bonito que hay.
En el vídeo vemos muchos lugares de Ronda de noche. ¿Tienes algún rincón favorito?
Me quedo con el Puente y la plaza de toros, aunque no me dejaron filmar ahí. Tampoco dejaron grabar a Madonna cuando quiso hacerlo con Take a Bow—acabó filmando en Antequera o en otro sitio, ya ni sé. Pero la plaza tiene una magia especial, me encanta.
Y también el cortijo de mi padre, el "Cortijo de las Monjas", que tiene viñedos. Antes pertenecía a unas monjas que iban allí en verano porque hacía más fresco que en la ciudad. Ahora estoy viviendo allí. Desde que falleció mi madre, siento una mezcla de nostalgia y energía muy especial al estar en ese lugar tan bonito.
¿Cómo surgió la colaboración con Juan Motos, que también aparece en la canción?
No lo conocí en esa reunión con los flamencos, ahí estaban artistas más grandes, como Farruquito, Farruko, La Perla, Rubio de Pruna… lo mejor de lo mejor. Pero ahí empecé a introducirme en ese mundo porque mi prima, María, organizó un festival de flamenco en Sotogrande. Eso me abrió muchas puertas.
Después, en Madrid, pregunté si había alguien que cantara bien, que pudiera darme un quejío auténtico y que no fuera complicado trabajar con él. Porque a veces, algunos se ponen muy pesados, siempre pidiendo cosas. Me recomendaron a Juan. Y cuando lo escuché, noté algo en su timbre que me recordó a Diego El Cigala. Tiene algo de él. Es joven, muy bueno. De hecho, en Alemania y en Australia, la gente me pregunta: “¿Quién es ese que canta tan bien? No tú, el otro”. ¡Es un top! Pero claro, hay que escribir la canción y comprometerse con ella.
¿Hay algo de tu etapa como deportista que apliques ahora a tu carrera musical?
Sí, sobre todo el estilo. Mi carrera deportiva tenía mucho estilo: cómo diseñaba los trajes, cómo celebraba la vida… porque el deporte también es una celebración de la vida. Eso me ha ayudado mucho. Y también el conectar con la gente. En el deporte no solo se trata de jugar bien, también tienes que conectar con el público. Eso es el 50%.
De hecho, la próxima canción será sobre mi carrera como esquiador. Algo con sabor mexicano, porque corría por México y quiero explorar esa parte también. Creo que cuanto más auténtico seas, más conectas con la gente. Es cuestión de contar la verdad.
Y en esta canción, ¿cómo lograste mantener un equilibrio entre lo tradicional y lo moderno? También me dijiste que querías explicar a los jóvenes qué es Ronda, ya que muchos no la conocen.
Exacto. La belleza atrae a todo el mundo, también a los jóvenes. Lo que pasa es que no se les ofrece. Les venden solo la discoteca, el chiringuito, la playa, el pecado, las drogas, los coches, Puerto Banús…Pero si les enseñas algo tan bonito, te dicen: “Oye, ¿y si damos una vuelta por ahí arriba y nos relajamos?”. Hay muchos que buscan ese momento para escuchar Chambao y mirar al infinito.
Creo que esta canción puede ayudar a que muchos descubran este sitio tan especial. Porque Ronda es muy clásica, van autobuses llenos de gente de 50, 80 años… pero muy pocos jóvenes de 20 o 25 que vayan a tomarse una tapa en El Lechuguita, que es buenísimo, o a pasear por los Baños Romanos. Y deberían ir más, porque Ronda tiene mucho potencial. Ahora incluso han hecho una bodega increíble con diseño de Philippe Starck, algo brutal. Yo también estoy adaptando nuestro cortijo para hacer una fundación con mis fotos, porque soy fotógrafo artístico. Ronda tiene mucho por ofrecer y creo que algún día también será un lugar de referencia para los jóvenes. Tal vez alguien organice un festival de música electrónica o algo cool. Porque se lo merece. Es una alternativa maravillosa al caos de la costa, de Tarifa, de El Palmar… todo ese ruido.
A propósito, en el videoclip, ¿cómo participaste tú en los planos y la parte visual? ¿Quedó como lo imaginabas?
Sí, sí. No sé si notaste que jugamos mucho con los espejos. A mí me gusta reflejarme en ellos, también en mis fotos. Yo elegí muchos de los lugares de rodaje porque la directora, Eva Nielsen, tiene mucho talento, pero no conocía bien Ronda. Entonces yo aporté bastante en ese sentido. Aunque ella tiene un don para filmar en el momento justo y montar las imágenes de forma muy efectiva.
Fue una colaboración muy estrecha entre los dos. Yo solo no podría hacerlo todo, porque editar lleva mucha experiencia.
¿Y el nuevo videoclip, el mexicano?
Ese lo estoy haciendo yo. Rodamos varias escenas en la nieve y ahora vamos a grabar en México, en la Plaza de la Biblioteca y en la Monumental. Eva solo va a encargarse del montaje. Yo le voy a dar todo el material visual, porque si tiene buenas imágenes, no falla.
¿Qué es lo que más te apasiona de hacer música ahora mismo?
Lo que más me apasiona es poder reflejar la posición única en la que estoy en mi vida y contar historias desde ahí. Por ejemplo, conocí a Lomana cuando no era conocida, y un día volví y ya era famosísima... ¡y nadie sabía por qué! Básicamente, me interesa contar ese tipo de historias: cómo hoy en día puedes hacerte famoso y nadie entiende por qué.
También está Las Noches Peligrosas, que parte de la idea de que hay tanta tentación por ahí, que a veces hasta te escapas de tu mujer… sabiendo que vas a acabar mal. Y al día siguiente te das cuenta de que lo mejor hubiera sido quedarte en casa.
Me gusta contar experiencias en muy poco tiempo. Una canción dura tres minutos y medio, y tienes que exprimir esa historia al máximo, dejar solo el jugo más potente, contarlo tal cual era. Eso es lo que más me interesa de una canción: su inmediatez. Porque si no, te haces un documental, una novela o un libro. Pero la canción tiene eso rápido, ese impacto instantáneo, tienes que captar a la persona desde el principio. Si no lo haces, no escucha la canción. Y cuando lo consigues… eso es lo más bonito.
¿Y cómo estás viviendo tu evolución artística?
Estoy evolucionando mucho con mi voz. Experimentando. A veces más atrevido, a veces más íntimo. Creo que es importante encontrar tu voz, pero una vez que la encuentras, tienes que llevarla a muchos sitios. Yo creo que ahora sí he encontrado la mía: cómo sueno, dónde sueno bien… y ahora puedo hacer muchas cosas, pero hay que atreverse a probar.
¿Cuál sería el próximo género musical que te gustaría explorar? Porque ya has hecho flamenco...
Estoy probando algo tipo rap-ranchera. La próxima canción que estamos haciendo va por ahí. La estoy produciendo con el productor de El Cigala, Yumitus, que es un crack de la música. Conoce a los mejores mariachis, y estamos trabajando algo muy mexicano, porque yo nací en México. Ya rendí homenaje a Ronda, y ahora quiero hacerle un homenaje al país que me ha dado tanto.
Gracias a México he podido tener una vida increíble en el esquí: he participado en seis Juegos Olímpicos, veinte Mundiales… Me lanzaba por las montañas como un loco. En Europa, incluso en sitios como Austria, soy un héroe de este deporte, ¡y nunca me lo hubiera imaginado! Todo eso fue posible por ser mexicano. Si hubiera sido austríaco o alemán, no habría podido competir.
¿Con qué artistas te gustaría colaborar? ¿Tanto del pasado como del presente?
¡Hay muchos! Me encantaría hacer algo con Macaco, sería fantástico. También con Manu Chao, que me parece súper interesante. Y con Rosario Flores, que además es amiga y me encanta.
De España, más o menos serían esos. Y si hablamos del pasado, me hubiera encantado colaborar con Mecano, en su época. A nivel internacional, Jovanotti me gusta mucho. Lo conozco un poco, pero aún no hemos hecho nada juntos. También Robbie Williams, que me parece divertidísimo. Y me hubiera gustado trabajar con Rodríguez, ¿te acuerdas? El de Searching for Sugar Man. Esa historia increíble de que se hizo famoso en Sudáfrica sin saberlo… pero bueno, ya falleció, así que eso ya no será posible.
Para terminar, ¿qué proyectos tienes ahora mismo?
Estoy con la canción nueva y también tengo una exposición grande de mis fotos en Marbella, el 6 de junio, en la galería de Isolina Arbulu. Ahí voy a presentar una nueva serie de obras que se llama Pintura Encontrada, o Pintiuve, que es un nombre en francés.
Son fotografías que parecen pinturas, pero todo está “encontrado”, objetos tirados o descartados por la gente. Cosas que, sacadas de cierto modo, parecen obras de arte. Transformar lo que otros ven como basura en belleza... eso también me apasiona.