En su segundo EP, Nina Emocional se adentra sin miedo en un territorio emocional y sonoro cargado de contrastes, donde el apocalipsis personal y colectivo se convierte en catalizador creativo. La artista catalana, que comenzó su camino musical desde la producción autodidacta y el juego, ha encontrado una voz propia cargada de sensibilidad, conciencia política y una fuerte identidad queer. Con sonidos que oscilan entre lo industrial, lo ritual y lo melódico, nos presenta un universo íntimo y a la vez expansivo. Hablamos con ella sobre el fin del mundo, los errores, la industria, los sueños y la ternura.
Me ha encantado el EP, lo que hemos podido escuchar. ¿Cómo estás? ¿Y cómo definirías la etapa profesional en la que te encuentras actualmente?
Muchas gracias. Estoy muy contenta de sacar este segundo EP. Siento que es un trabajo mucho más maduro. He entendido mucho más la parte de producción musical, ese trabajo en solitario en el estudio. Ya no fue como Música Linda, que era un proyecto más lúdico, más experimental, más de aprendizaje. Este EP tiene un concepto más concreto, también a nivel de género. Aunque sigue habiendo experimentación —como incluir trip hop, por ejemplo—, todo está atravesado por una sensación muy emocional, como si el mundo se fuera a acabar. Era una necesidad real de contar algo que me estaba pasando, de expresarlo, y por eso lo llevé a un lugar mucho más definido.
Justamente, el EP se presenta como la banda sonora del apocalipsis. ¿Cuál fue tu “fin del mundo” personal mientras lo creabas?
Han sido muchos fines del mundo... Siento que este año el mundo se ha acabado varias veces para mí. Desde cosas físicas como cuando me baja la regla, hasta temas emocionales como una ruptura. También darme cuenta de que la fantasía con la que veía el mundo ya no estaba. Es como si se me cayera la venda y empezara a ver el mundo con todas sus crueldades y sombras. Ese cambio de perspectiva fue un fin del mundo para mí. Pero a la vez siento que la salida de este EP va a permitir que haya un nuevo comienzo.
¿Por qué has decidido incluir sonidos industriales, como armas cargándose, junto a instrumentos como el violín en una atmósfera tan emocional?
Siempre he reflexionado mucho sobre la muerte. Mi primera canción se llama Killing Nina y habla literalmente de matarme a mí misma, de una etapa muy dura cuando llegué a Barcelona. Sentía que no sentía nada. Entonces, la muerte siempre ha estado presente en mi música, y en este EP aún más, porque se habla del final, de la necesidad de morir para renacer. Me interesa mucho ese contraste entre lo agresivo y lo dulce: armas cargándose junto a gaitas o violines. Me gusta equilibrar ese peso emocional, hacer de la muerte algo sutil, incluso romántico.
¿Qué canción le recomendarías a alguien que quiera adentrarse en el universo de Nina Emocional?
VUDÚ me parece una buena entrada. Es una especie de transición entre Música Linda y este nuevo EP. Tiene esa parte más divertida, con voces agudas pitcheadas, pero también algo más oscuro, más ritual. Es un buen punto medio entre el pasado y el futuro.
¿A quién le enseñas primero una canción cuando la terminas?
Ya casi no enseño las canciones a nadie, ni siquiera a mis amigas. Antes sí pedía mucho feedback, pero ahora prefiero que sea una sorpresa cuando salga. Vivo el proceso de producción de forma muy interna, como un regalo para mí. Si colaboro con alguien es diferente, claro, pero cuando hago una canción sola, quiero que conserve su pureza, sin influencias externas.
¿Cómo llevas el ritmo que exige la industria de sacar canciones constantemente?
Es durísimo. La industria funciona muy veloz. Todo el rato nos empuja a producir sin parar, como si hiciéramos perritos calientes. Yo defiendo que es un trabajo que debe valorarse y pagarse, pero también creo que un artista puede hacer solo una obra en su vida y seguir siendo un artista increíble. Intento proteger mi arte de ese sistema. Me busco un trabajo que me pague el alquiler y así puedo hacer música desde la libertad. No podría sacar canciones cada semana, me resultaría imposible.
En Kiukwa usas un discurso de La Pasionaria. ¿Qué lugar ocupa la memoria política en tu arte?
Mucho. Esa canción la escribí después de estar en La Dana, en Valencia, ayudando como voluntaria. Aunque normalmente separo mi activismo de mi arte, a veces lo político se cuela inevitablemente. El estribillo dice “yo te recuerdo” y pensé en incluir un discurso de La Pasionaria como símbolo de resistencia. Sentía que necesitábamos un grito así como generación. A veces sentimos que no tenemos poder, pero ayudar a tu vecina o limpiar la casa de alguien que ha perdido todo también es resistencia. Me pareció importante comunicar eso.
¿Qué sueles escuchar en tu día a día?
Ahora estoy escuchando mucho el álbum Lifetime, el nuevo álbum de Addison Rae también, que está producido por chicas europeas. También Lorea, The Smiths… Y claro, Karol G, sobre todo en verano. El reguetón me pone en modo bailar.
En KOMURA usas un sueño que tuviste sobre tu madre. ¿Cómo se te ocurrió eso?
Literalmente soñé que estaba en una sala blanca, mi madre me reconstruía los labios como si yo hubiera tenido un accidente. Ella se convirtió en el Dr. Komura. Me impactó tanto que busqué ese nombre y encontré un libro: Los labios del Dr. Komura. De ahí nació la canción, que mezcla deseo, imaginación, fantasía… Habla de cómo lo ficticio puede ser más potente que la realidad. Paso mucho tiempo sola componiendo, y esa canción es un reflejo de eso.
¿Cómo ha sido trabajar con Jack, Pedro o Isidro? ¿Qué buscas en tus colaboradores?
Con Pedro fue muy natural, empezamos a enviarnos ideas por WhatsApp y fluyó. Pussy Wet salió de ahí y creo que será el inicio de más cosas juntos. Con Jack también fue increíble. Nos entendimos en el estudio y nos reímos muchísimo. Con Isidro, que me acompaña desde que entré en Sony, tengo una relación de confianza total. Lo que busco es conexión, entendimiento. No colaboro con cualquiera. Tiene que haber química.
¿Cómo definirías tu estilo? Porque en este EP hay un poco de todo: electrónica, reggaetón emocional...
Justamente por eso inventé una categoría: FDM, Fin Del Mundo. Es mi respuesta al EDM (Electronic Dance Music). Hago música del fin del mundo, para escuchar en un acantilado, para los extremos. Es la mejor forma de definirlo.
¿Tocas algún instrumento?
Muy poquito. Guitarra, piano… pero de forma básica. Soy bastante autodidacta, pero ahora quiero retomar estudios musicales más formales: armonía, lenguaje musical, técnica vocal… Quiero pasar de ser una freaky de la producción a una freaky de la música, con partituras y todo.
¿Sueles guardar todo lo que haces en el estudio? ¿Qué papel juegan los errores o borradores para ti?
Casi siempre termino los proyectos que empiezo. Muy pocas veces los dejo a medias. Incluso hay canciones que solo toco en directo, para dar una sorpresa al público. He aprendido mucho a soltar ideas que ya no funcionan y pensar en lo que necesita la canción, no en lo que yo quería hacer al principio. Me encanta resolver ese rompecabezas.
¿Cómo influye tu identidad queer en tu arte? ¿Y cómo quieres promover la inclusión desde tu trabajo?
Lo vivo de forma muy natural. Vivo en una burbuja donde todas somos personas queer o aliadas. Entonces no lo veo como una etiqueta, sino como parte de lo que soy. Se nota en las letras, en los temas que elijo. No quiero ser referente de nada, simplemente soy así. Pero sí entiendo que puede ayudar a la gente joven. Cuando yo era más pequeña me habría encantado ver a más personas como yo haciendo música. Así que ahora, aunque no me impongo ser referente, sí entiendo que nuestra visibilidad es importante.
Ya para terminar, ¿qué viene después de este EP? ¿Tienes gira? ¿Planes futuros?
Sí, tengo un par de conciertos este verano, como en el BBK y Música Na Rúa en Galicia. También quiero aprovechar el verano para vivir y componer, iniciar el siguiente proyecto. Esta vez quiero hacerlo pasar por más manos, trabajar con más gente, elegir bien con quién colaborar. Y en otoño e invierno, seguiré llevando FDM a más salas y festivales. Siempre todo a la vez, como siempre.