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REVISTA CULTURAL BLANCO SOBRE NEGRO


 

Al Ombligo de las Cosas

BSNIlustradoraYasminRiosVos sabes por qué corro el control de la mesa, por qué me voy a lavar las manos y termino lavando los platos, por lo mismo que vos, me tiemblan las manos che y me pica el ombligo de las cosas.

Las cosas se caen panza abajo, y se hacen raíz en la tierra, entran a la casa de nuevo y las volvés a tener en el mismo dedo chiquito de pie machucado con la idea de que fue a causa de eso que sin verlo te hizo pegar el grito más largo de tu vida, el grito que gritarías cuando te terminaron de robar, o cuando tu padre se estaba muriendo y lo invitaste a tu casa nueva para que te visite y se recupere de todo lo que ganó haciendo nada por él, pero que la peleó mucho.

Vos querés recuperar el ombligo de las cosas porque ya no pican, ahora las tenés encima de tu panza y te gusta meterle el índice como lo hiciste con las tortas de cumpleaños alguna vez para comerte esa crema de fantasía que nunca te gustaba pero que querías probarla porque la veías hermosamente “surfeadora” eran dos y después tres: yema-crema- crema- yema - cereza, la cereza, las tías y vos haciéndote el pelotudo y la crema, eran tanto, finalmente la crema te la comías porque no va al ombligo de las cosas.

Ahora dejaste de gritar y te sentaste, dejaste de hacerte cosquillas y se te endureció el cuello, pensás en el laburo, estás desbordado y no querés volver a donde estás sin irte, querés quedarte, como si quedarse te salvara de las tantas barbaries de una mala noche.

Te encontrás entubado de focos blancos que queman la última pena, el último velorio sin viudas, la última moneda de algún dictador, la primera vez que tu voz fue un sonido de ramas crujientes en el fuego y esa idea hoy te hace de camilla y te maquilla joven y te luce amante con ojeras por la última cogida sin amor de una vida que tuviste.

Porque el orden siempre fue poner las zapatillas más nuevas adelante, las más viejas atrás con algo de talco para que soporte el desuso, el vacío y únicamente las pantuflas -siempre las pantuflas- fueron, son y serán el culto de unos pocos afortunados que quieren sus pies calientes y cubren los dedos machacados, pero nunca el tuyo porque tuviste la torpeza imperdonable de haberte olvidado guardar tu historia en el último corte de luz que hubo y lo perdiste todo.