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REVISTA CULTURAL BLANCO SOBRE NEGRO


 

Hablamos con Marina Cavalleti, por Pablo Andrés Rial

Marina Cavalletti presenta su poemario “Random” que nace en tres momentos cronológicos diversos entre 2018 y 2020: invierno-verano-invierno. Conjuga el deseo, el desencuentro y la reconstrucción, va de la rabia hasta el brindis por la no coincidencia concebida como una instancia de oportunidad y empoderamiento.
Se trata del primer libro de la cantante, periodista y gestora cultural, bajo el sello Halley Ediciones.

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Cuando lo leí, encontré en su obra un bocado de aire que únicamente se respira pasando las copas de los árboles, a la misma altura dónde los pájaros llegan.
Su lectura es una vuelta interminable en ascendente, y por más insistencia que se tenga por querer regresar, solo se sentirá el vértigo de los pies despegados de la tierra.
La única forma en que se puede volver hacia atrás en su poesía es releyéndola, pero ya desde otra distancia. Olvidándose de que el paisaje recorrido, sea otra vez el mismo que el de la primera lectura.

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P: ¿Cuándo comenzaste a escribir?
M: Comencé a escribir en la infancia. Desde chiquita decía que quería ser escritora y cantautora, como María Elena Walsh. Incluso, para Navidad hacía unos libros caseros y los regalaba entre mis parientes.
Luego, escribí notas y cuentos en revistas escolares. Al principio, me volqué a la narrativa. Con el tiempo, no recuerdo muy bien cuándo ni cómo, apareció la poesía y me quedé ahí. Es uno de los géneros donde más cómoda me siento, probablemente porque está muy hermanado con la música, que es otra de mis grandes pasiones.

P:¿Cómo surgió la idea del libro?
M: En verdad, Random no surgió como una idea, sino a partir de ciertas experiencias personales. Es general y particular a la vez. General porque recorre ese arco emocional que todos transitamos cuando estamos conociendo a alguien, particular porque claramente tiene rasgos propios: la banda sonora, la ideología, la concepción de la poesía y el empoderamiento ante lo que no pudo ser son bien personales.
Tal vez este libro sea una muestra del famoso postulado de Lavoisier: “Nada se pierde, todo se transforma”, resultante de esta era de amores líquidos, porque es un poemario que cuenta una historia: la alegría o ilusión ante la posibilidad de un vínculo real, el enojo posterior y el festejo final. Porque un cierre, aunque no sea un “happy end” es también una instancia para reconstruirse y recomenzar, es -en algún punto- una celebración, porque aún la no coincidencia con otros nos deja algo. En mi caso, un poemario que tuvo dos años de trabajo y generó mucha empatía entre los lectores. No es poca cosa.

P:¿Qué te representa la poesía en tu vida?
M: Cuando pienso en la materia poética, siempre se me viene a la mente Nicanor Parra, que la definió como un “artículo de primera necesidad” en su Manifiesto. También, me gusta el punto de vista de Wislawa Szymborska, que la asocia a algo tan cotidiano como acariciar a un perro o saborear una sopa de fideos. Finalmente, se entrega a la incertidumbre de no saber muy bien qué es la poesía, pero se aferra a ella, “como a un oportuno pasamanos”.
Retomo eso y coincido; la poesía es un oportuno pasamanos que nos sostiene ante los
embates del mundo, un artículo de primera necesidad, como el pan o el agua. Es tan
indispensable para mí como la música, como el aire, como respirar o cantar.
No imagino la vida sin escribir poesía, sin hacer activismo o militancia poética, sin tener una mirada poética del mundo, de la humanidad, del devenir histórico. Lo mismo me sucede con la música. Se trata de pulsiones que alguna vez nacieron en mí sin que las buscara, que luego adopté y fortalecí no solo en lo personal sino pensando en los demás, en lo colectivo. Porque en un mundo tan enrarecido, el arte tiene cierta luz y la potencia suficiente para acompañar a las transformaciones sociales más intensas y maravillosas. Varias, como el feminismo, ya están
en marcha. También hay deudas pendientes, como la desigualdad estructural: la poesía y la música, el arte en general, cristalizan esos reclamos. Y es necesario que se los nombre, para insistir, para ganarle al silencio y generar cambios que, todavía hoy, son necesarios.

P:¿Qué proyectos artísticos tenés pensado para el futuro?
M: En unos meses se publicará mi segundo poemario. “Hospital pediátrico”. Obtuvo primer premio en el 14 Concurso Literario Nacional de Cuento y Poesía Adolfo Bioy Casares, con Rafael Felipe Oteriño, Santiago Sylvester y Susana Szwarc, como jurados
Allí describo mi infancia de internaciones y cirugías en el Hospital Juan P. Garrahan, que es un centro médico de referencia en América Latina. La semilla de este trabajo fue parte de mi tesis en la Maestría de Escritura Creativa, que dirige María Negroni, en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Tendrá el prólogo de una poeta española y la contratapa de un argentino nacido en Salta. Admiro muchísimo a ambos, son generosos y con voces muy particulares y necesarias. Desde el municipio de Las Flores, que organizó el certamen, me pidieron no adelantar nada hasta la salida del libro, que se dará en el tercer semestre, así que no puedo dar sus nombres, pero estoy muy feliz de contar con ellos.
Luego, estoy trabajando en poemarios con foco en las mujeres latinoamericanas y en los Derechos Humanos, que son temáticas a las que me siento ligada y sobre las que me interesa investigar y producir. Estoy pensando también en iniciar una biografía sobre un compositor argentino que considero revolucionario, pero me queda mucho por estudiar sobre el género y sobre él. De a ratos, hago canciones y pienso en proyectos docentes y periodísticos. Ahora estoy sistematizando las ideas, y estableciendo prioridades para concretarlas de a poco y que pasen de mi mente a las aulas, al papel o las partituras, a los libros o a spotify.