Siempre he reflexionado, durante estos años sumido en este curioso mundo de la creación artística, sobre donde se halla el límite entre una obra creativa, una simple copia y una verdadera creación u obra de arte.

Como ya he indicado en numerosas ocasiones, ese límite raya o se encuentra en lo singular, en un propio estilo que define y da carácter al autor y su trabajo, una línea que definen todo su proceso acrecentando la idea de plenitud compositivo-expresiva más allá de firmas e influencias, más allá de parecidos razonables u obviedades.

Conocí por primera vez la obra de José Luis a través de artistas, amigos comunes, que compartían galería en Madrid, amenas charlas de red social y apoyos mutuos.

En primer lugar he de reconocer que lo que más me llamó la atención en su obra fue la contundencia estética, la firmeza de trazo y la capacidad total con que dota cada lienzo.

Quedaba claro que se trataba a simple vista de un creador singular, de aquellos a los que sólo influencia su vivir y sentir, aquellos que tienen clara su transmisión expresiva, el lenguaje personal con que dotan a cada una de las piezas presentadas, su más que definido estilo, propenso en este caso a exaltar la esencia de lo representado.

Claro gusto por el movimiento, por reflejar hasta lo estático con esa oscilación, flujo o ajetreo posicional, como pretendiendo acompañar a la tonalidad provocando o dotando de más vida a la figura representada. Una figura, en la mayoría de casos, inerte, que titubea por un universo imaginario cercano a lo surrealista o delirante, como sólo un experto de lo sensitivo es capaz de plasmar.

Trepidantes e imaginativas historias son presentadas al abrigo de la figuración pero con una fuerte carga abstracta que acompasa a la perfección transformando la realidad en algo mejor, en abundantes espacios repletos del “todo” y la “nada”, una terapia atractiva a ojos del espectador y que, sin lugar a dudas, favorece el camino hacia el positivismo en concepto, dando así superficies con alma, de estética sorprendente y elegante presentación.

Fincias, el pintor que hace de la contundencia de trazo o línea y del color su marca personal, el maestro que singulariza su sello dotando a cada lienzo de un ambiente propio, de un ritmo muy reconocible en su trabajo a la vez que diferenciador en contexto, el autor cuyo principal logro es, como todo creador que se precie, el de dar firme reconocimiento de su trabajo sin necesidad de rúbrica que lo presente.

Francisco Arroyo Ceballos

De la Asoc. Internacional de Críticos de Arte AICA