Por Ceres Adriana García-Baquero Velasco. Mayo de 2024.
«Supongo que el autor es joven, y si así es y sigue por camino tan excelente, Sevilla contará pronto con un verdadero pintor más» (Alcántara, 1903, crítico de arte). La polémica estaba servida ya que nadie podía creer que la pintura, a la que se refería el refutado crítico de arte, la hubiese realizado una mujer, dándose por hecho que su autor era un hombre. En prensa, con ocasión de la acogida de su pintura Una artista (1903), se podía leer: «Ha producido animados debates porque nadie quería convencerse de que la mano experta y segura que había pintado esos cuadros fuera la de una mujer». Esta confusión con la autoría de la obra de María Luisa Puiggener se debió a que la pintora firmaba su obra con las iniciales de su nombre L. Puiggener tal como se aclaró en la prensa del momento, del siguiente modo: «Firmó sin su nombre de pila y nadie podía averiguar que fuese una mano femenina la que lo trazara, tal era el vigor con que estaba ejecutado». Por ello, podía pensarse que, «deslizándose con elegancia» (Carlos G. Navarro, 2020: 22), María Luisa Puiggener se aseguró que la sociedad del momento, le permitiese participar en certámenes, pasando el filtro de la censura que la podía excluir por razón de su sexo, protegiéndose al mismo tiempo, de los prejuicios de la crítica. A partir de este momento, María Luisa Puiggener obtuvo un reconocimiento como artista, inusual para una mujer. Pensemos en una época en la que no se concebía la idea de que tal talento pudiera ser de una mujer y menos aún, hacerse con un lugar o reconocimiento en el mundo del arte. Otras artistas coetáneas a María Luisa Puiggener, buscaban estrategias similares recurriendo, por ejemplo, al uso de seudónimos tal como lo hizo la artista Concepción Figuera Martínez y Güertero, por mencionar un caso, quien se atrevió a firmar sus obras como Luis Lárming, apodo de un tío que había fallecido.
Tal como apunta el historiador Carlos G. Navarro, «a la mentalidad burguesa del momento le costó mucho aceptar el hecho de que una mujer se expresara a través del arte», de modo que la ideología imperante sobre las mujeres validada por el sistema artístico español de la época, «condicionó el desarrollo de sus carreras y sus propias vidas». En un momento de la historia en el que se están produciendo cambios sustanciales, con la ganancia de libertades, donde el hombre pasa de súbdito a ciudadano, en este modelo social del llamado Nuevo Régimen, las mujeres seguían siendo relegadas al ámbito de lo doméstico, «supeditadas a los hombres de la casa y despojadas de la mayoría de los derechos de que disfrutaban ellos» (Carlos G. Navarro, 2020:15). Por lo que, con la confirmación de la autoría femenina de la pintura de María Luisa, tan aplaudida por la prensa y la crítica, que provocó todo un revuelo mediático se contribuyó, no solo a que se le abrieran puertas que antes se le cerraban a la propia artista por su talento, sino que también contribuyó, a dar visibilidad a otras artistas, permitiéndoseles participar en exposiciones artísticas, acceso a premios y reconocimiento, sin quedar excluidas y solo por el hecho de ser mujer.
María Luisa Puiggener adoptó un estilo artístico alejada de la temática que se consideraba más apropiada a su género, sintiéndose más próxima a la temática social de corte naturalista, muy interesada en mostrar, a través de su propio lenguaje, el de la pintura, la vulnerabilidad de las mujeres viudas y la infancia, en una sociedad castigada por las consecuencia de la depresión económica internacional que golpeó duramente a la industria sevillana en 1873, una crisis que llevó a la mendicidad a los más vulnerables. La obra por la que más reconocimiento se le dio a María Luisa Puiggener toca esta temática, en este caso nos referimos a una pintura que, fue exhibida por primera vez en la Exposición de Primavera del Ateneo hispalense, en 1902, conocida como La Alhaja (también se conocida como Escena de empeño [Una joya], La última prenda, ¡Desvalida! o El usurero), pintura por la que también se le otorgó Mención Honorífica, en la Exposición Nacional de Bellas Artes, en 1904.
Sobre la obra La Alhaja, el crítico de arte Casanova se atrevió a escribir sobre esta obra que era perfecta y que su autora enseñaba más que un Académico, del siguiente modo: «En cuanto al dibujo no cabe pedir más. Es perfecto: miren ustedes esas manos tan admirablemente diseñadas; fijarse en la expresión de la joven viuda y del prestamista que examina el objeto. Todo un poema de profunda filosofía realista se encierra en el cuadro. La señorita Puiggener aventaja en el arte a muchos maestros; ella enseña más que un Académico; en su cuadro se puede estudiar el Arte tal y como debe ser. Yo confieso que hace tiempo, muchísimo tiempo, que no veo una obra así, ni la recuerdo, y todas las mañanas y todas las tardes voy a la exposición para estudiarla.»
Sobre María Luisa Piggener existe información imprecisa, no pudiéndose esclarecer, a día de hoy, el dato real de su nacimiento, siendo este un misterio, con referencias que lo sitúan en 1875 y documentos que recogen que fue en el año 1867. En general, la información que se tiene sobre su biografía es muy escasa perdiéndose su rastro en 1921, fecha en la que se cree que fallece, a la edad de 54 años, cuya conclusión se extrae debido a su repentina desaparición de la escena artística, teniendo en cuenta que hasta entonces había mantenido una actividad artística constante e intensa. Sobre su familia se piensa que era de origen catalán, afincada en Jerez de la Frontera, donde se sitúa el nacimiento de María Luisa. Hija de José Puiggener Bajes, y de ser que los Puiggener desempeñaron una destacada labor editorial dirigida por su padre, José Puiggener Bajes, periodista, impresor y editor de oficio, quien se preocupó por que tanto María Luisa como sus dos hermanas y su hermano, recibiesen una educación ilustrada, una inquietud bastante avanzada para la época que le tocó vivir y más cuando se trataba de la educación de la mujer.
La formación de María Luisa Puiggener comienza en 1890, en la Escuela de Artes y Oficios de Sevilla, en la conocida como Clase de Señorita, recibiendo formación en la Nueva Enseñanza Artística de la Mujer de Sevilla. En esta institución obtiene una medalla de cobre. Concluida su estancia académica siguió su formación artística en el estudio de José Jiménez Aranda, estableciendo su residencia en Sevilla. Fue una de las pocas mujeres pintoras que durante la primera mitad del siglo XX obtuvo reconocimiento por su obra, y lo que es más significativo, se profesionalizó, se emancipó económicamente e incluso se cree que no contrajo matrimonio, que se deduce por la ausencia de datos en registros, así como por el tratamiento como Señorita y no Señora que recibía de la prensa.
Especialmente valorada por la crítica, María Luisa Puiggener pudo disfrutar de fama y reconocimiento en el ámbito artístico durante las dos primeras décadas del siglo XX. Su presencia fue habitual en las Exposiciones de Bellas Artes de Primavera, organizadas por el Ateneo de Sevilla, siendo la única mujer con obra expuesta y que obtuvo un accésit en los Juegos Florales del Ateneo de 1902. También, en la Exposición de Bellas Artes de Granada, obtuvo la medalla de plata. En 1903 participó en la Exposición de arte feminista del Salón Amaré, en Madrid y a partir de 1904, concurrió a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes donde, tanto en 1904 como en 1906, se le reconoce con la mención de honor por su talento. También consiguió ser seleccionada, en 1907, para participar en la V Exposición Internacional de Arte de Barcelona. Durante los años 1908, 1909 y 1910 consiguió tener presencia, con su obra, en Exposiciones en Buenos Aires siendo la única artista en ser premiada con una tercera medalla, en la edición de 1910, año en el que también participó en la Exposición del Centenario de la Independencia de México. Y así llegó a participar en más de veinte exposiciones y certámenes artísticos.
Por las escasas referencias en catálogos y prensa, que se limitan a citar el número de piezas presentadas, a la fecha, se desconoce con exactitud la totalidad de su producción artística, a pesar del interés que llegó a despertar y que aún hoy se mantiene por su nivel artístico excepcional. Sobre su obra, el dato más preciso en cuanto a su producción creativa, se tiene constancia de unas treinta y cuatro pinturas por las referencias en prensa, de las que tan sólo cinco han sido identificadas, entre las que se encuentra La Alhaja, pintura que hoy traemos al recuerdo.
Fuentes:
- Illán Martín, Magdalena y Velasco Mesa Custodio. “Un verdadero pintor”: María Luisa Puiggener en la escena artística sevillana de comienzos del siglo XX. Laboratorio de Arte: Revista del Departamento de Historia del Arte, nº 30. 2018.
- Navarro, Carlos G. et al. (2020) Catálogo de la Exposición Invitadas. Museo del Prado de Madrid, España.
- Jiménez Blanco, María Dolores (2020). Artistas pioneras en el tránsito a la modernidad. Catálogo de la Exposición Invitadas, pp. 364-383. Museo del Prado de Madrid, España.
Imágenes:
Imagen 1. La Alhaja, 1900 de María Luisa Puiggener. Óleo sobre lienzo, 114 x 134 cm. Colección Cajasol, Sevilla.
Imagen 2. Retrato de dama, h. 1904 de María Luisa Puiggener. Óleo sobre lienzo, 84 x 62 cm. Colección privada.
Sobre la autora del artículo:
Ceres Adriana García-Baquero Velasco
Pedagoga, Licenciada en Ciencias de la Educación; Graduada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla y Postgraduada en Historia del Arte. Experta en Gestión del Patrimonio y la cultura, dedicada a la docencia en la especialidad de Medios Audiovisuales, a la creación artística y a la colaboración como redactora de contenidos, en diversos medios de divulgación científica y cultural.