REVISTA CULTURAL BLANCO SOBRE NEGRO


 

Literatura

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Poemas de Juventud de Carmen Torronteras (V)

XLI

El otoño azulado,

la verde primavera

de nuestra juventud.

Otoño verdecido y clareado

que como el tronco

viejo de sus ramas

a nuestra vida

el alma le ha robado.

Otoño, que de risas

 y lamentos,

detrás de cada hoja

peregrina

esconde del deseo

nuestras vidas.

El otoño que cubrió

nuestra esperanza

y a la vida

despojó de nuestra farsa.

 

XLII

Sentí mi corazón

derrotado en el fango

perder su esplendor

y naufragar amargo

hasta su perdición.

Muerto y esperando

La funesta hora

de su entierro vano.

Sentí a mi alma

perder su encanto,

huérfana mi vida

de cariño humano.

 

XLIII

Es algo tan grandioso

el amor que yo siento,

tu, vuelves a mis brazos.

y yo, a soñar sin miedo.

Podré besar tus ojos

y tu a mirar mi pelo

y te diré en un beso:

“Te quiero, amor eterno”.

 

XLIV

Sé hablar al corazón,

sé hacer poesía.

Se divisar un cielo

plagado de luceros

y hablarles al oído

como hablándole

a un muerto.

Sé mirar las estrellas,

la Luna, el firmamento

y sé soñar. Es fácil.

Con cerrar los ojos,

ilusiono y sueño.

Soñar es vivir

el momento eterno

sin pies en el mundo,

quebrando los miedos.

Soñar es morir

como mueren muertos

y nacer de nuevo

a un misterio eterno.

 

XLV

Separa el silencio

los cuerpos del sino.

Separa azulino

sendero y camino

y cruza desiertos

de glaciares vivos.

Silencio que mata,

es voz del destino

o voz de memoria

que en gloria da gritos.

 

XLVI

Yo sé que tú me engañas,

no es difícil saberlo,

saber que yo lo ignoro

tu sueñas en secreto.

Yo conozco tu risa

y leo el pensamiento.

Yo sé que soy la otra,

la que antepone al miedo,

la que siempre te quiso

y te perdió en silencio.

Yo soy la que acaricias

y a quien dices te quiero

pero ella tiene algo

que igualarla, no puedo.

Ella tiene la risa,

yo sólo tu silencio

y mil palabras dulces…,

una mano…, y un beso.

Yo sé que soy la otra,

la que guarda el recuerdo,

la que tiene en su cama

una canción y un beso,

la que siempre destierra

la palabra de celo

y te guarda fielmente,

aún sin tu merecerlo.

Yo sé que tu me quieres,

yo por ti doy mi cielo

pero debe haber algo

que te aleja y te pierdo.

Yo sé que tu me engañas,

ya ni me quedan celos,

quizás es que estoy muerta

u olvidarte, no puedo.

 

XLVII

He dormido en silencio

sin saber si el Sol

nacería en la aurora,

si la flor se abriría

o si el campo

hablaría a las rosas.

En silencio dormí

y la vida escapó

a no venir.

En silencio al amor

en mi alma

entre gritos y llantos

he visto morir.

XLVIII

Cuando busque una estrella,

allá en el firmamento,

no habrá fuego en el cielo

ni ardor en mi destierro.

No estarás a mi lado

y el tiempo será eterno.

Las arrugas del viento

unirán nuestro encuentro

enlazando el destino

y mi alma a tu recuerdo.

 

XLIX

Sé buscar una estrella

en la mar o en el cielo.

Cuando vea su fulgor

allá en el universo

le daré mi mensaje

de amor y de tormento.

La besaré a lo lejos

y la querré en silencio

porque esa estrella amiga

Eres tu,

tu, que has vuelto.

 

 

L

Va la vida sonriendo

y sorteando esperanzas.

Esperanza de verte un día,

aquí, a mi lado.

De ver la primavera

y tu boca en mi mano.

Van vidas a tropel,

a compás de guitarras

fingiendo en precipicio

sin saber dónde andan.

Vidas en delirio,

morid encadenadas,

chorreando de sangre

y llorando a mansalva.

Vidas en peligro,

bebed de aquella jarra

y colmaos sedientas

de ilusión y esperanza.

 

LI

Tengo miedo,

un terror que me invade

y me espanta.

La oscura noche

despliega su manto

y el miedo aparece

como un ave en la mañana.

Se precipita el día

hasta llegar el alba

y el corazón me late

a fuerte desbandada.

Tengo miedo,

horror que me invade,

un horror que

nunca he tenido.

¡Siempre dejé

el terror a mi espalda!.

El terror de unirme

a tu alma.

Quiero que el viento

nos lleve

pero el viento

nos mata y alarma,

hipertrofia el sentido

despierto y me deja

 a las puertas del ansia.

 

LII

La mente olvida el espíritu

y puede olvidar nuestra alma.

Hasta olvidar que respira,

hasta que muere y que cambia,

hasta que sufre y que piensa,

que contradice y exalta

y se antepone al dinero,

al sentimiento o al alma.

 La mente, ¡cómo olvidarlo!,

la tirana y la que engaña,

la que maldice mi llanto

y sonríe a mi venganza.

¡Oh, mente, ya te he vencido,

aunque he muerto en la batalla

pero aprende, fría amiga,

que tu miedo, ya no engaña.

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