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Literatura

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Desde el fondo del Corazón. Reseña.

La escritora, traductora y profesora Gabriela Quintana acaba de publicar Miradas difusas en la editorial Torre de Lis de Las Palmas de Gran Canaria. Es una selección de narraciones breves que cuentan historias que nacen desde el fondo del corazón. La autora mexicana, que ya había publicado varios cuentos infantiles, una crónica novelada y colaborado en algunas antologías, confiesa que es más de recorridos cortos, es decir, se inclina por el relato breve, condensado y lleno de sugerencias. Porque cada uno de los relatos que nos brinda es un retazo de vida, una lucha esperanzada, una andadura a contracorriente por veredas insólitas e intransitables.

Estos relatos son fruto de una detallada documentación y de su experiencia viajera por distintos países. Desde el primero hasta el último, se advierte un poso filosófico, unas reflexiones existenciales y una inquietante cotidianeidad. Es el buceo sin fisuras en la esencia del ser humano lo que dota a estas narraciones de un sello inconfundible. Porque la autora, crea relatos kafkianos, no se olvida de Borges y se embebe línea a línea del realismo mágico de los autores latinoamericanos, especialmente de su compatriota Carlos Fuentes.

Tal como afirma el periodista Vicente L. Avendaño en un excelente prólogo, “Gabriela Quintana tiene valentía, imaginación y creatividad para mostrarnos relatos crudos, mostrando una realidad difícil o una fantasía donde no hay finales felices ni justicia, como es muy común en la vida real”. Y es que el acierto de Gabriela es despegar de la vida real y, como un avión en el espacio, realizar una serie de maniobras y cabriolas hasta aterrizar en un territorio totalmente distinto, erizado de dificultades, salpicado por oscuras sombras y herido de nostalgia. Unas veces es la crueldad, otras el abandono o la ausencia las que dibujan un panorama en el que el eros y el tánatos freudianos cobran protagonismo en finales abruptos e inesperados. Dentro de la diversidad de situaciones y vivencias, hay que destacar la elección de cada uno de los personajes, la mayoría ninguneados por una sociedad egoísta y acurrucados en el rincón de los recuerdos y del olvido.

¿Cómo no va a recordar el lector la azarosa vida de la joven Anaïs, cuya nieta descubre su secreto guardado en los entresijos de una obra de arte? ¿Cómo olvidar la dolorosa estancia en la cárcel de la protagonista de El zorro que ladra a la que le han arrebatado su bebé? Son un botón de muestra de estas veinticinco narraciones breves que retratan magistralmente la vida difícil e incierta de personajes marginados que buscan en el amor la única salida a la cruda realidad cotidiana. La incertidumbre reaparece en ¿Dónde quedó la hora? Con esa pregunta existencial “¿Qué demonios hago yo aquí?”. Todo se sumerge en un clima de desolación y desamparo. Los recuerdos de la infancia y las vivencias del pasado se tiñen de una niebla negra que borra todo atisbo de esperanza. La exploración de mundos desconocidos, un viaje en alta mar o una mansión inhóspita invadida por cucarachas van conformando, como un tapiz variopinto, una realidad que se nutre de un amor efímero y que anticipa la muerte.

El paso inexorable del tiempo –tempus fugit– y la vida como un viaje sin rumbo fijo hacia la vejez y la decrepitud adoptan en ocasiones un matiz surrealista como en Especialista en suicidios, un relato imaginativo y original en el que el suicidio se presenta como una muerte dulce. La crueldad también está presente en La carne maldita, con las montañas de Ulán Bator como testigos mudos del asesinato de Loberro, el perro acechante y traicionero. Porque la muerte sigue presente incluso en el ataúd que, como una cárcel infernal, cobija bajo tierra el cuerpo de Cecilia en Debajo de esta ropa.  Así en La panga, es un niño el que traspasa la frontera de lo inevitable y en La mujer del crucero Launa murió en la soledad de su camarote, olvidada por todos.

Son tan diversas las situaciones de los relatos que solo su lectura atenta –y su relectura, como es mi caso– nos invita a viajar con la imaginación a otros países, a otras culturas, a otros ámbitos. Aunque destaca obviamente el territorio mexicano, lleno de contrastes y paisajes mágicos, predomina el mundo rural y esa naturaleza que se convierte en protagonista de sueños, ausencias y deseos en El secreto del olivar –donde nadie volvió a ver a Sonia– o en Donde los árboles mueren, que evoca la famosa obra Los árboles mueren de pie, de Alejandro Casona. Un relato que emociona y estremece al mismo tiempo es Saskia. En él despliega la autora toda su sabiduría literaria y explora todos los recursos para despertar el interés del lector. Un relato en el que el erotismo se confunde con la idealización del amor, como en el famoso soneto de Quevedo. El cadáver de una joven queda oculto en una morgue para perpetuar un amor que desafía a la muerte y a un destino adverso.

Casi todos los relatos dejan un poso agridulce en el lector por sus finales inesperados. Eso sí, la riqueza literaria los envuelve en una prosa cercana a la poesía en la que los diálogos son realistas, las descripciones minuciosas y las narraciones precisas y condensadas. Es, por tanto, un primer paso de Gabriela para adentrarse en creaciones más ambiciosas y lograr dar el salto a la novela.

José María Ariño Colás

Doctor en Filología Hispánica