Con más de dos décadas marcando a varias generaciones con himnos que ya forman parte del imaginario colectivo, El Arrebato regresa con un nuevo disco cargado de emoción, verdad y autenticidad. En un momento de madurez artística y personal, el cantante sevillano habla sin filtros de su proceso creativo, de los miedos que ha superado, de la importancia del amor propio y de ese viaje inesperado que ha sido su vida. Con la ilusión intacta, una conexión especial con su público y una gira que promete ser una celebración de toda su trayectoria, El Arrebato demuestra que sigue soñando… y haciéndonos soñar.

Para empezar… ¿qué tal estás? ¿Cómo te encuentras con la promoción de tu nuevo disco “El viaje inesperado”?
Hola. Pues muy bien, la verdad. Muy ilusionado, muy contento. Ha tenido una acogida maravillosa. Todo el miedo, la incertidumbre, esas mariposas que uno tiene antes de sacar un disco —a ver si va a gustar o no— se van calmando cuando ves la reacción de la gente, y eso te llena de ilusión y de ganas.
Con este nuevo disco, ¿qué quieres conseguir? ¿Buscas crear música que pase de generación en generación, que la gente recuerde siempre?
Sí. Es complicado, pero ocurre. Y, gracias a Dios, en mi carrera ha ocurrido un par de veces: crear canciones que se vuelven clásicos, que duran en el tiempo, que son atemporales. Creo que al final eso es lo que nos gusta a los autores, perdurar. Que la gente reconozca tu canción, que le sirva, que sea útil en su vida: himnos de amistad, de familia, de amor.
Mi ilusión es esa: que este disco acompañe a parejas, a amigos, que se enamoren con estas canciones, que les recuerde momentos felices.
Si el destino te hubiera dado un mapa, ¿lo hubieras leído o lo hubieras roto?
¡Guau! Si me hubiera dado el mapa de mi vida… Yo creo que lo hubiera roto. Mi vida siempre ha sido un viaje inesperado. Justo cuando creía que sabía todas las respuestas, la vida me cambiaba las preguntas. Pero al confiar en la ola y en el viento, siempre me ha llevado al sitio correcto, incluso cuando yo pensaba que no. Por eso creo que rompería el mapa y seguiría viviendo la aventura.
¿Qué has aprendido de ese viaje lleno de sorpresas?
A confiar en la aventura. A dejar que la vida fluya sin programarlo todo. Los momentos más bonitos que he vivido han sido improvisados. Intentamos perseguir momentos perfectos, y la realidad es que cualquier momento puede ser perfecto si nosotros lo hacemos así
He leído que muchos medios dicen que este es ya tu mejor disco. ¿Lo ves así? ¿Te mete presión?
No, presión no. Y si la hay, es una presión bonita. Si después de tantos años me dicen que este es mi mejor disco, me llena de ilusión. Sí que es verdad que ya me has hecho pensar en el siguiente… ¡habrá que ponerse las pilas y no bajar el listón!

¿Crees que hoy en día la gente sueña menos?
Sí, pero creo que eso va a cambiar. Hoy todo está muy plasmado en imágenes y redes, todo tan explícito que no deja espacio para imaginar. Antes una simple caja de cartón era un castillo, un mundo entero. Hoy eso lo estamos perdiendo.
El otro día iba con mi hija y un niño llevaba un globo. Ella dijo: “Mira, parece que lleva el mundo en sus manos”. Y yo le dije: “Es que realmente lo lleva”. Esa ilusión la estamos perdiendo. Pero creo que tanta artificialidad nos está generando ansiedad y necesidad de autenticidad. Y vamos a volver a buscar lo auténtico por todas partes.
La música va a ayudarnos, sobre todo los conciertos. La gente quiere ver al artista de verdad. La autenticidad va a ganar.
¿Cuál ha sido el día más luminoso y el más nublado de este proceso creativo?
El más nublado fue cuando, ya en la producción, me atascaba. La canción estaba hecha, pero no me gustaba cómo quedaba. Es como cuando vas a una fiesta y no te ves bien y dices: “¿Y ahora qué hago?”. Me desesperaba. Ha habido días de irme a casa agobiado intentando solucionar ese problema.
El más luminoso fue cuando salió el disco y vi que a la gente le gustaba: los TikToks de la gente bailando en pijama “Manual de instrucciones”, las reproducciones… Sentir que está pasando algo bueno te llena de ilusión.
Muchas letras hablan de amor propio. ¿Crees que hoy nos queremos menos?
Creo que nos hace falta. Pero el amor propio bien entendido, sin confundirlo con egoísmo. Quererse también es dar, compartir. Yo pasé hace unos años un momento muy duro, un viaje inesperado. Y compuse canciones para levantarme: “De mañana no pasa”, “Manual de instrucciones”, “Ya no tengo miedo”. Y ahora le sirven a otros para superar sus momentos.

¿Cuál te ha sorprendido más o cuál es tu favorita?
Tengo dos.
“De mañana no pasa”, que resume mi estado emocional y alrededor de la cual construí el disco. Y “Días malos”, compuesta por mi hijo. Es especial porque conecta su momento con el mío, y porque la ha escrito él, claro.
En “Bailando en pijama” celebras la cotidianidad. ¿Qué te gusta celebrar a ti en tu día a día?
Yo celebro todo con mucha intensidad. Tengo una vida muy normal: me levanto, voy al gimnasio, hago mis cosas. Celebro mucho a los niños, me encanta jugar con ellos y empaparme de su forma de ver la vida. Esa ilusión que tienen al hablar, como “tenía un elefante muy grande”… y cuando crecemos hablamos más plano. Eso lo celebro mucho. Y también las fiestas, la familia, los amigos, la música.
En este disco mezclas pop y flamenco. ¿Cómo consigues ese sonido tan reconocible?
Es verdad que a veces hago rock y dicen: “Qué rumbita más bonita”. Y yo: “¡Pero si es rock!”. O boleros y me dicen lo mismo. Al final creo que tengo un sonido muy homogéneo: suena a El Arrebato. Incluso cuando hago géneros distintos —bachata, pop, rock, rumbas, baladas, bolero— la gente dice “suena al estilo de El Arrebato”.
¿Hay un género en el que te sientas más cómodo?
Disfruto mucho las rumbas, pero donde más cómodo me siento es en la balada. Mis baladas suelen ser luminosas, positivas: “Durmiendo en tu ombligo”, “Contigo siempre”, “Aquí me tienes”, “Solo quiero besarte”…
En este disco colaboras con Antoñito Molina. ¿Qué tiene que tener un artista para que quieras trabajar con él?
Autenticidad. Que sea vocacional, que ame la música y que a mí me guste trabajar con él. Y que haya un vínculo humano. Antoñito es un artista luminoso, compone muy bien y es una persona humilde. Me veo reflejado en él cuando yo empezaba.
¿Alguna colaboración soñada?
Muchísimas. He trabajado con artistas maravillosos: Antonio Vega, Luz Casal, Miguel Poveda, Pastora Soler, India Martínez, Rosana… Pero por admiración, me encantaría compartir una canción con Joaquín Sabina, por ejemplo.
¿Qué sueles escuchar tú?
De todo. Soy muy melómano. Un día flamenco, otro música clásica, otro urbano. Ahora he estado dos semanas escuchando el disco de Rosalía. A mucha gente le parece raro, pero a mí me intrigó. Me parece valiente. Aunque mis amigos me dicen: “¡Quita ya a Rosalía!”. Luego me pongo a escuchar villancicos porque llega Navidad… (ríe).
Tu disco físico trae una postal. ¿Tú eras de mandar cartas y postales?
Sí, y soy de los que cuando viaja compra regalitos pensando en quién le gustará.
¿Qué puede esperar el público de la nueva gira?
A El Arrebato más puro. Estoy en un momento muy bonito. Hacemos un concierto muy emocional y alegre, con un mensaje positivo. Presento el disco nuevo, pero también repaso toda mi carrera. En mis conciertos está entrando gente muy joven, y me encanta que vengan madres, hijas, abuelas… Es precioso.
¿Qué te aporta cantar en directo?
Todo. Es mi verdadero fin. Componer me gusta, grabar también, las entrevistas… pero el concierto es el momento en el que soy yo de verdad. Cuando empieza la batería, salgo, veo a la gente y conectamos… me siento el rey del mundo.
¿Y en un día de gira, qué momento disfrutas más?
Además del escenario, disfruto mucho el después: el camerino con los músicos, comentar el concierto, celebrarlo, aunque haya habido fallos. Ese momento es muy especial.
Para terminar: ¿planes antes de que acabe el año? ¿Y un propósito?
Empezamos la gira el día 28 en el Palacio de Vistalegre, en Madrid. Luego Sevilla, Cádiz, Mérida, toda Andalucía y España. Y también vamos a Panamérica: Miami, México… Me hace muchísima ilusión porque siempre he tenido miedo a volar y me prohibía viajar. Mi propósito es viajar mucho, conocer lugares, disfrutar de mi música y de mi vida personal.
Fotografías de Ángela Zamora Berraquero




