Un relato guardado en un cajón puede convertirse en una experiencia disparadora. Un proyecto universitario puede ser el inicio de algo mucho más grande, y esto es “la cabeza”
Nací en Minas, una ciudad al este de Uruguay.
Crecí en el seno de una hermosa familia conformada por mi padre, mi madre y dos hermanos. Disfruté mi infancia plenamente, rodeado de naturaleza, amigos y familia. Tal vez estas múltiples relaciones afectivas me llevaron a ser una persona sociable, al menos desde mi perspectiva.
En mi adolescencia participé esporádicamente en obras de teatro que se realizaban en el escenario de la capilla a la que asistía. Eran representaciones muy amateurs, casi siempre relacionadas con el humor. Ahora que lo reflexiono, en esa época, el teatro era el espacio donde mi timidez desaparecía.
A través de la religión tuve la oportunidad de viajar a Paraguay, donde aprendí a desenvolverme con personas desconocidas y, de alguna manera, a "actuar en la vida".
A los 30 años me mudé a Argentina con Laura, quien sigue siendo mi pareja de vida. Motivado por ella, empecé a estudiar en la Universidad Nacional de Lanús, donde elegí la carrera de Seguridad Ciudadana. Estos estudios me abrieron la mente y despertaron en mí las ganas de seguir aprendiendo. A tan solo dos materias de recibirme, decidí inscribirme en otra carrera, en este caso Comunicación Digital, quizás, creyendo que ese era mi verdadero camino y no me equivoqué.
Hoy, tras tres años de estudios, estoy a punto de graduarme. Es una carrera que disfruté muchísimo, coronando este proceso con un cortometraje que, a nivel personal, considero el primero de muchos.
Nace un proyecto
En una de esas noches de charlas con amigos, recuerdo haber estado conversando con Pablo, un amigo entrañable que llegó a mi vida casi por casualidad. Reflexionábamos sobre nuestras experiencias y filosofábamos sobre la vida. Las charlas con Pablo siempre son interesantes; solemos encontrar un hilo conductor que nos conecta. Aquella noche no fue la excepción.
Pablo me comentó que tenía un guion guardado, uno de los tantos que suele escribir, sobre un personaje que, en medio de su depresión, interactuaba con una cabeza que aparecía al pie de su cama. La idea me pareció fascinante. Incluso me recordó a un dibujo animado algo surrealista de los 90s que pasaban en MTV, The Head, donde un alien vivía en la cabeza de un hombre.
Tiempo después, mientras cursaba las últimas materias de la carrera, nos propusieron realizar un cortometraje de cinco minutos. Entre ideas y debates, surgió el guion que Pablo me había comentado aquella noche. El equipo no dudó ni un segundo: ese era nuestro tema. Sin discusiones, todos sabíamos internamente que era el camino correcto.
El proyecto dejó de ser simplemente académico para convertirse en un bálsamo creativo. Nos llevó a apasionadas discusiones, carcajadas, frustraciones por la inexperiencia, pero, sobre todo, a disfrutar cada etapa del proceso.
Comenzamos adaptando el guion original, un trabajo que, a mi entender, fue influenciado por lo aprendido sobre marketing en la carrera. Aunque hicimos modificaciones, mantuvimos la esencia artística del guion.
Con recursos limitados, pero con más ganas que experiencia, iniciamos la filmación. La elección de los actores no fue muy analizada, fue más una cuestión de necesidad y premura. Así terminé protagonizando a "la cabeza", ese personaje incómodo que aparece al pie de Fernando, el protagonista, quien, sin mucho debate, fue interpretado por Pablo, su creador.
A medida que avanzábamos, el trabajo tomaba forma, siempre guiados por los consejos de nuestros profesores, quienes cada semana nos brindaban sugerencias para mejorar. Con cada escena, se nos ocurrían ideas que enriquecían la historia, pero siempre nos presentábamos con el guion para seguir la línea de la historia.
Fueron cuatro meses de preproducción, filmación y posproducción, un proceso exigente pero altamente gratificante.
El cortometraje
Decidimos titularlo La Cabeza, ya que, más allá del protagonismo de Fernando, este personaje era el núcleo de la historia. Sin su presencia, habría sido un drama puro, y nuestra intención era transitar por diversos géneros.
El corto fluye entre lo dramático, lo tragicómico, el suspenso y la sorpresa. Comienza de manera enigmática, lenta y sombría, desarrolla un conflicto violento y cómico, y termina con un final inesperado que abre el debate.
Los personajes se fueron transformando a medida que fuimos filmando, en el sentido que encontramos sus esencias. Creo que esa fue una característica particular de cada uno. En mi experiencia y al principio tenía en mente un personaje sombrío, casi terrorífico, pero entendí que debía ser más un cuasi amigo, compañero, pero de una manera toxica. Con una personalidad avasallante. Y creo que lo logre.
Los personajes de Fernando, Leticia y su cabeza también sufrieron esas trasformaciones. Pero cada uno dando una característica que hace de los personajes un mundo en sí.
El cortometraje tiene muchas detalle que a nuestro entender suman a la reflexión o al cuestionamiento, o porque no, a la invención de otras historias, otros relatos a partir de este, de cada personaje.
Ese final, que fue una modificación importante del guion original buscaba eso, que el relato no muera, que pueda continuar. Que no sea propio sino que pueda ser un incentivo para otras personas a continuarlo. En el corto buscábamos cerrar el relato, solo con la idea de darle un principio y fin pero no delimitado y a su vez, generar preguntas en la audiencia:
¿Fue la depresión de Fernando la que creó a "la cabeza"?
¿Leticia siempre convivió con su propia cabeza?
¿Desaparece la cabeza de Fernando cuando Leticia se marcha?
Dejamos estas respuestas en manos del espectador, quizás como punto de partida para una posible continuación.
Reflexión
La Cabeza es el resultado de una idea nacida en la imaginación de Pablo Andrés Rial, refinada por cuatro mentes creativas y guiada por profesionales. Busca mostrar cómo la depresión puede manifestarse de diversas maneras, sin profundizar en el aspecto clínico, pero sí invitando al espectador a reflexionar.
En lo personal, fue una experiencia transformadora. Empecé con muchos miedos, pero también con muchas ganas. Lo que inicialmente eran ideas se convirtieron en imágenes. Fue un proceso enriquecedor, no solo por el producto final, sino por lo que despertó en mí: el deseo de seguir creando y mejorando en el ámbito audiovisual.
Quiero agradecer a quienes hicieron posible este proyecto:
- Pablo Andrés Rial
- Laura Jiménez
- Ana Clara Leiva
- Darío Vallejos
- Santiago Casares
Sin ellos, La Cabeza no habría sido posible.
Por Yonathan Rodriguez