Samuraï no busca aplausos fáciles ni canciones que se escuchen sin pensar. Para ella, la música es un espacio de preguntas, de emociones encontradas y de metáforas cargadas de ironía. Entre conciertos, giras y la preparación de una nueva etapa en México, la artista española se encuentra en lo que define como su mejor momento profesional: creando sin límites, explorando su universo sonoro y dejando que su público descubra lo que cada canción tiene para decir. Hablamos con ella sobre ironía, soledad, transformación del dolor y cómo cada tema cobra vida de manera distinta sobre el escenario.
Me gustaría saber en qué punto profesional dirías que te encuentras ahora mismo. ¿Es tu mejor etapa?
Profesionalmente, sí, sin duda. Estoy a punto de irme a vivir una temporada a México y estoy haciendo la música que más me gusta. Estoy dando muchos conciertos, disfrutando de cada uno, y me siento muy feliz. Así que sí, definitivamente esta es mi mejor etapa profesional.
Somos de una generación que utiliza mucho la ironía como coraza. ¿Tú cómo te defiendes de esa coraza? ¿Eres muy irónica?
Muchísimo. Mis canciones están llenas de metáforas. Me considero bastante sarcástica y satírica, me gusta moverme en esos mundos. Y sí, creo que la ironía y el sarcasmo funcionan como un arma de defensa.
¿Qué música sueles escuchar en tu día a día?
Escucho mucho indie rock, música indie británica, punk… Ahora mismo mi banda favorita es The Last Dinner Party. Me encantan.
¿Qué tal gestionas las redes sociales? ¿Las utilizas como un diario personal?
No, la verdad es que no. Soy una persona muy de vivir el día a día y, sinceramente, el metaverso se me olvida muchas veces. Depende de la red: con algunas me llevo mejor, con otras tengo que esforzarme más. No me sale natural subirlo todo.
¿Qué parte de la soledad del artista crees que nadie ve? ¿Y cuál estás viviendo tú?
La soledad del artista es inevitable. Cada persona la lleva de una forma distinta. En mi caso, hay algo que está por encima de esa soledad: la razón por la que te dedicas a esto. La necesidad de hacer canciones pesa más que el aislamiento que conlleva esta profesión.
¿Qué estás dejando pasar hoy, no como artista, sino como persona?
Creo que estoy barriendo muchas cosas en una esquina, esperando el momento de pasar el recogedor y decidir qué tirar y qué guardar. Hay tantas cosas ocurriendo todo el tiempo que me cuesta encontrar espacio para mimarme y entenderme. Me falta ese tiempo.
¿Qué quieres aportar con tu música a la industria musical española?
A la industria no lo sé, pero a la gente que me escucha quiero hacerla pensar. Que no se queden con la primera interpretación, sino que se abran a todos los sentidos y se respondan sus propias preguntas.
Tus canciones son muy enérgicas, pero también nostálgicas. ¿Cómo haces para equilibrar ambas emociones?
Van muy de la mano. Las emociones extremas están en un mismo limbo, es inevitable que al tocar una acabes tocando también la otra.
Cuéntame sobre el videoclip de Dejándolo pasar.
Básicamente soy yo bailando encima de una tumba. Me parecía icónico y una metáfora preciosa: bailar sobre tus problemas, tus miedos, tus ansiedades. Bailar sobre el ruido y aprender a dejarlo pasar.
Dijiste que querías cerrar una etapa. ¿Por qué?
Publiqué El silencio del ruido hace un año, y desde entonces no había sacado nada nuevo. Sentí que era el momento de cerrar esa etapa y empezar otra. Este año he trabajado mucho para poder hacerlo así, con sentido.
¿Cómo haces para transformar el dolor y no quedarte atrapada en él?
Si no creo o no hago algo cuando estoy mal, exploto. Mi forma de soltarlo es crear: escribir, pintar, cantar... lo que sea. Es mi manera de decir que estoy mal, de dejar salir ese dolor.
¿Cómo son tus días malos?
Una mierda (ríe). No sé los tuyos, pero los míos lo son. Me encierro, escucho música triste y leo cosas que me duelen más, porque soy un poco masoquista. Pero luego, cuando me canso, me pongo una buena salsa o algo alegre y me digo: “Venga, pa’lante. No es para tanto”.
¿Ha habido un momento en el que sintieras que tu música ya no te pertenece?
Sí, muchas veces. Con casi todas las canciones me pasa. No me agobia, me encanta. Son mías porque nacen de mis sentimientos, pero al final todos sentimos lo mismo. Me pasó con Palabra prohibida: la escribí desde un dolor muy profundo, y el público la transformó en algo de conexión. Ahora, más que dolor, habla de unión y de sanar juntos.
¿Qué te resulta más difícil, empezar una canción o terminarla?
Terminarla, sin duda. Aunque confío mucho en el instinto. No suelo regrabar ni darle demasiadas vueltas: lo primero suele ser lo mejor.
Tu discografía está muy ordenada: pocos singles sueltos, muchos proyectos conceptuales. En una industria tan rápida, ¿cómo te tomas el tiempo para crear así?
No sabría hacerlo de otra forma. Me encanta crear universos, construir un imaginario. Siento que puedo decir mucho más cuando lo hago así, a lo grande.
¿Y ya tienes pensado el próximo concepto?
Sí (ríe). Pero no puedo decir nada todavía.
También has compuesto y producido para otros artistas. ¿Qué te ha enseñado eso?
Que de todo el mundo se aprende. Cuando trabajas con alguien, aunque tú estés en el papel de compositora, es un intercambio mutuo. Ellos te enseñan su forma de vivir las cosas y eso me hace reflexionar sobre las mías. Es como una charla con amigas: siempre te nutre.
¿Qué tiene que tener un artista para que quieras colaborar con él?
Que me sorprenda, que lo admire… pero sobre todo que haya conexión, amistad. Que nos sintamos. Eso es lo más importante.
Como estás en una etapa de cambio, ¿hay algo loco o distinto que quieras hacer próximamente?
No sé si loco, pero sí distinto. Siempre intento hacer cosas nuevas y diferentes. Me gusta desmarcarme y encontrar mi propio camino. Esta vez quiero darle la vuelta a mi libreta y ver qué me sale.
Este último tema lo compusiste en Miami. ¿Has notado diferencias con producir en España?
Más que el lugar, depende de la persona. El productor fue Nico Cotón, argentino. Lo conocí en Miami y conectamos enseguida. En cuanto empezamos, grabó las baterías al segundo y pensé: “Guau, qué bien controla este tío”.
¿Te mudas a México para seguir componiendo?
Sí. México es un sitio muy importante para mí espiritualmente. Y como mi profesión me lo permite, me voy a hacer lo que tengo que hacer allí.
Has ampliado tu gira por España. ¿Hay alguna ciudad a la que tengas muchas ganas de ir?
Muchas. El sur me vuelve loca: Sevilla, Málaga… son mis favoritas. También tengo muchas ganas de ir a Zaragoza, nunca he tocado allí y me lo piden muchísimo.
¿Hay alguna canción que cambie de significado cuando la tocas en directo?
Palabra prohibida y Inocente. Cambian mucho en directo, cobran otra vida.
Has compartido escenario con Tate Mcrae en México como telonera, y fue algo bastante imprevisto. ¿Qué poder tiene lo inesperado en tu carrera?
Me encanta lo inesperado. Me gusta la sorpresa, la marcha. Cuanto más tiempo tengo para pensar, más nerviosa me pongo. Prefiero el ajetreo, el movimiento. Me va la marcha (ríe).
Para terminar, ¿cuáles son tus planes para los próximos meses?
Irme a México una temporada, cerrar la gira por España y luego… el resto será otra historia, para otro momento.