La artista emergente VIOLETA debuta con un álbum conceptual que dialoga con La Traviata desde una mirada contemporánea. Su focus track, “II. ME PELEA”, se atreve a lo impensable: imaginar lo que Verdi nunca escribió.
En un panorama saturado de remixes, homenajes e interpolaciones, irrumpir con algo genuinamente nuevo no es solo una hazaña: es casi un acto de fe. VIOLETA, la granadina que ha convertido la ópera en campo de batalla emocional, no adapta La Traviata de Giuseppe Verdi. La reescribe. O mejor dicho: la desobedece.
Su primer álbum de estudio, VIOLETA, es una obra homónima que no busca traer el pasado al presente, sino intervenirlo desde adentro. Este proyecto verá la luz el próximo 13 de junio. Y en ese gesto radical nace “II. ME PELEA”, el foco central del disco. Es una canción que no parte de la ópera: parte del vacío. Es un momento que no estaba en la partitura, pero que tal vez debió haber estado. Un momento inventado, pero necesario.
Una heroína interrumpida
Violetta Valéry, la trágica protagonista de La Traviata, ha sido por siglos la encarnación de una mujer que ama, sufre y muere en nombre de otros. En esta relectura, VIOLETA —la artista— se pregunta qué pasaría si esa heroína tuviera, aunque fuera una vez, el espacio para decir “no”. II. ME PELEA” es ese espacio.
Es la única canción del disco que no cita directamente a Verdi. En cambio, crea desde la ausencia: imagina la respuesta de Violetta a una injusticia nunca dicha, a una violencia tácita. ¿Y si ella no muriera en silencio? ¿Y si, antes de exhalar, peleara?
Electrónica, emoción y furia sin filtros
Musicalmente, “II. ME PELEA” es una criatura híbrida. Su estructura parece surgir de la ópera, pero se construye sobre un paisaje de pop experimental, con bases electrónicas que respiran, distorsionan y se quiebran como si tuvieran carne. No hay teatralidad impostada. Hay verdad. Una voz que no interpreta, sino que atraviesa. No hay clímax fingido: hay grito.
La producción —audaz, precisa, profundamente emocional— mezcla cuerdas clásicas con sintes contemporáneos, como si Verdi hubiese compuesto en Ableton. Pero lo más interesante no está en la mezcla de épocas, sino en lo que se dice. VIOLETA canta con una fuerza expresiva que no busca ser bella: busca ser libre.
Una artista que viene a incomodar
Lo que propone VIOLETA con este álbum va más allá del crossover estético. No se trata de hacer ópera “moderna”, ni de llevar lo clásico al pop para volverlo vendible. Es una conversación con los fantasmas de la tradición. Es decirles: “yo también tengo algo que decir aquí”.
En un gesto de valentía artística, “II. ME PELEA” se vuelve un manifiesto sonoro. No solo amplía la historia de Violetta Valéry, sino que la resignifica desde una mirada feminista, actual, emocionalmente urgente. Y al hacerlo, abre una grieta luminosa en el canon operístico: lo convierte en un lugar donde también cabe el presente.
Una voz nueva para una historia vieja
Este primer álbum de VIOLETA es, en muchos sentidos, una declaración de intenciones. Propone una manera distinta de relacionarse con lo heredado. No desde la reverencia, sino desde la relectura. No desde la nostalgia, sino desde la necesidad de intervenir.
Y si hay una canción que encarna esa revolución íntima, es “II. ME PELEA”.
No es una canción que se escucha y se olvida. Es una canción que se escucha y se siente. Como si alguien, desde algún rincón del tiempo, al fin estuviera diciendo lo que nunca se dijo. Como si Violetta Valéry —aquella mujer ficticia, trágica, hermosa— tuviera por fin su momento de furia. Y como si VIOLETA, la artista, viniera a recordarnos que el arte no es para repetir: es para pelear.
Lo que hace VIOLETA es una especie de alquimia emocional: convierte un clásico en una herida abierta. En un espejo. En una bandera. Y no para fanáticos de Verdi, sino para cualquier persona que alguna vez haya querido decir lo que no se esperaba que dijera. Se pelea. Con lo establecido. Con la narrativa. Con la ópera. Con la historia. Y gana.